jueves, 14 de julio de 2022

La España que no encuentra camioneros ni camareros.

Varias personas disfrutando  en los chiringuitos de la playa de La Misericordia, de Málaga.

H. G. Barnés, I. P. Chávarri y P. D. Almoguera firman en El Confidencial de hace unos dís un reportaje sobre este tema. Nuria Portosa, administrativa de Ferrotrans, una firma alicantina de transporte, con unos 40 años de antigüedad y en la actualidad una flota de unos 60-70 camiones, tiene problemas para encontrar transportistas. “Lo que hay es mucho sinvergüenza que no paga lo que toca. Nosotros tenemos lista para entrar a trabajar”. Un hombre contesta al otro lado del teléfono. No tiene mucho tiempo para responder a las preguntas planteadas. Pero, desde luego, según asegura, en su empresa de transportes, una de las más antiguas que operan en el puerto de Valencia, no hay problemas para encontrar trabajadores. Coincide en el diagnóstico otra pequeña firma del sector, Transportes López Gadea, con 13 conductores. “Todo depende de las condiciones laborales” y ellos, “gracias a Dios”, están “cubiertos”.

“Pero las compañías necesitan personal cualificado y, según defienden, no pueden delegar en cualquiera, por la mercancía, por el cliente, por la peligrosidad inherente al puesto… Según Portosa, desde hace tiempo, lo de contratar se ha convertido en una especie de lotería. Los perfiles que llaman a las puertas de las compañías son, a menudo, “problemáticos, y no te la puedes jugar”. “No hay mucho donde elegir, y lo poco que se mueve el mercado, son gente, cómo lo diría, que no tiene dónde poner el huevo”. El problema no es nuevo, las dificultades para encontrar empleados comenzaron a raíz de la crisis económica de 2008. Entonces se recortaron sueldos y no se han recuperado los salarios para una profesión que te exige estar fuera de casa. “No está pagado”, zanja.

Mientras tanto, en Andalucía… A sus 75 años, Manuel Villafaina no piensa en jubilarse. “Quiero seguir al pie del cañón”, comenta. Propietario del restaurante Los Manueles de Torremolinos desde 1968, ha sido testigo directo de la evolución del tradicional chiringuito de playa. Negocios que hace años eran ‘chambaos’ a pie de playa y que, en la actualidad, se cuelan en algunas de las mejores guías gastronómicas. Una seña de identidad del litoral andaluz que se ha convertido en un motor laboral del periodo estival, pero que comienza a mostrar síntomas preocupantes por las dificultades que los empresarios están encontrando para completar o ampliar sus plantillas con personal cualificado.

Villafaina conoce perfectamente esta situación, no solo porque la está padeciendo, sino porque desde su puesto como presidente de la Federación Andaluza de Empresarios de Playas (Faeplayas) son muchos los propietarios de estos restaurantes que se lo han trasladado. El principal problema, explica, es que no hay suficiente personal formado para absorber la demanda de la hostelería en temporada alta y por eso se buscan fórmulas alternativas. La principal es contar con “gente muy joven”, “estudiantes con ganas de trabajar”, pero que “no saben coger una bandeja o un plato, cómo montar una mesa o colocar los cubiertos”, por lo que optan por elevar la contratación para suplir las carencias mientras aprenden los mínimos resortes del oficio.

Eso en una provincia que cuenta con reconocidas escuelas de hostelería como La Cónsula o La Fonda, tras superar sus problemas— y donde 96.382 parados del sector servicios representan el 70% del total, según los datos publicados este lunes por el Ministerio de Trabajo y Economía Social. Por eso la secretaria general del sindicato de Servicios de CCOO en Málaga, Lola Villalba, duda de que realmente no haya oferta de empleados. Es cierto que están surgiendo opciones laborales más interesantes, pero “más que faltar gente, lo que se echan de menos son condiciones dignas”, explica a El Confidencial.

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