La solución para que los supermercados dejen de especular con los precios: tan solo hace falta una medida.
En plena subida de
precios, los supermercados son uno de los establecimientos que más margen de
beneficio están obteniendo. El pasado miércoles amanecíamos con la subida del
10,2% del IPC, alcanzando las dos décimas y convirtiéndose en el nivel más alto
registrado desde abril de 1985. José Manuel Sánchez, de ElPlural.com comprobó al
día siguiente lo mismo en el
supermercado más caro y en el más barato de Madrid: “No es inflación, es
especulación”.
En
dos
de los supermercados que más diferencias presentan en cuanto a precios de los
productos (el supermercado más caro de la Comunidad de Madrid, Sánchez Romero
de La Moraleja, y el más barato de la región, Alcampo City de Usera, junto a
Madrid Río) decide comprar 1kg de sandía, 1kg de zanahoria, 1kg de tomate, 1kg
de patata, 1kg de melocotón, 1kg de ciruela, 1kg de pollo, 1kg de jamón cocido,
1kg de queso, 1kg de huevos, 1kg de aceite, 1kg de leche, 1kg de arroz, 1kg de
lubina y una barra de pan. “Así, nos
encontramos con la primera diferencia notable: mientras que en el supermercado
ubicado en La Moraleja la compra total asciende a 96.20 euros, en el más barato
solo llega a los 58.88 euros. Una diferencia del 63%”.
Sin embargo, los
productores venden estos productos a un nivel muy inferior. Hasta un 1190% se
llegan a inflar productos de la cesta de la compra básicos como el tomate,
desde que son vendidos a los distribuidores hasta que llegan a los
supermercados. Rubén Sánchez, secretario general de Facua, aboga por un doble
etiquetado de los productos que informe a los consumidores del precio en origen
y del que ven en el supermercado en aquellos alimentos que no sufren cambios y
no son elaborados desde que abandonan el campo, como es el caso de la fruta y
la verdura. “Está claro que, con la reciente aprobación que prohíbe la pequeña
venta a pérdidas, se ha dado un gran paso, pero los agricultores que trabajan
solos o en pequeñas agrupaciones tienen una enorme presión por parte de quienes
les compran los productos”, indica. “La transparencia en ese sentido haría que
los consumidores tuvieran información al respecto y conociera cómo se están
machando a los agricultores y ganadero”, concluye Sánchez.
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