sábado, 21 de noviembre de 2015

París bien vale una misa (Enrique IV de Francia).


Víctor Gistau  periodista, exdirector de COPE en Mallorca, de Fiesta Radio Mallorca, exjefe de protocolo de la Comunitat Autónoma de Baleares, es el autor de este artículo publicado en El Periscopi. Gistau es un funcionario jubilado.

“Enrique IV de Francia nace en Pau, la capital de la región de Aquitania en el departamento de los Pirineos Atlánticos, más cerca de Madrid (610 Km.) que de París (750 Km.) que es a donde va a morir en el año 1.610. Fue bautizado católico pero educado por su madre en la corriente religiosa del calvinismo. Tras luchar abiertamente en la denominada tercera guerra de la religión a favor de los protestantes y en contra de la Liga Católica, se puso fin al enfrentamiento con la declaración de la paz de Saint Germain con lo que se pretendía alcanzar la reconciliación entre los defensores católicos y los protestantes.

“Las luchas por la sucesión fueron un constante devenir en los tiempos, pero algo habría en la Francia mayoritariamente católica que impedía a Enrique alzarse con el poder en el trono. Por en medio de las desavenencias, un rey español, Felipe II, andaba exigiendo su renuncia al protestantismo y que volviera a abrazar la religión católica. Sin embargo Enrique intentó vanamente conquistar París, y según las crónicas, “en un acto de realismo político el 25 de julio de 1593 cuando vio imposible conseguir su propósito, dio el paso de convertirse de nuevo a la religión católica”. Parece ser que ese día nació la frase de nuestro encabezamiento: París bien vale una misa. Le daba igual la religión, lo importante era ostentar el poder. Y que se sepa. Habiéndose reconvertido al catolicismo, el Rey fue asesinado por otro católico que desconfiaba de esa reconversión.

“Cierta similitud a las propuestas de una religión mal interpretada por quienes se constituyen en Estado defensor de las creencias del Islam. Y en el fondo, París ha vuelto a ser el escenario de intentos por sacralizar lo que simplemente es consolidar el poder en el mundo musulmán utilizándola como altavoz. En Francia se habían detectado más de 1.500 yihadistas, y en Bruselas se sabía hasta en donde habitaban quienes compraban fusiles khalasnikov por 200 o 500 euros. ¿En dónde nos hemos perdido? Por otro lado, la aviación francesa un día y medio después de la barbarie destruyó un campo de entrenamiento, un espacio dedicado a dirigentes del Estado y hasta un almacén de armamento prácticamente sin despeinarse. Confieso que sigo aún más perdido.

“La declaración de guerra no es de ahora mismo, y no reconocer como peligrosas las palabras de esos energúmenos decapitadores de civiles inocentes que no eran islamistas, soldados rehenes de diferentes combates, periodistas o miembros de ONG’s cuyo delito era contar lo que pasaba y prestar toda la ayuda a los necesitados, ha sido un riesgo que se me antoja como mínimo muy poco calculado. Claro que lo que sucedía en Siria e Irak nos caía muy lejos y con enviar tropas de vigilancia y alguna que otra contención habíamos cumplido.

“¿Por qué no se vigilaron más estrechamente a esos residentes en suelo francés y belga? ¿Por qué no se destruyeron esos campamentos de prácticas y el arsenal de armas cuando se tuvieron localizados? Quizás esas preguntas puedan responderse a los familiares y amigos de las víctimas de esa desnaturalizada matanza. Al menos creo que convendría hacerlo”.

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