Soy rey y bla, bla, bla.
David Bollero lo escribía
así de claro ayer en Público: “Cuando crees que un Borbón no te puede
decepcionar más, lo consigue; ignoro cómo lo hacen, pero la saga tiene esa
capacidad. Volvió a hacerlo Felipe VI en su mensaje de Navidad, al que mi
colega Ana Pardo de Vera le pone los puntos sobre las íes. Se le presentaba al
monarca una oportunidad de excepción para tratar de reivindicar la utilidad de
su cargo y, en su lugar, volvió a dar motivos para abrirle la puerta de salida
de par en par. Cuando en un discurso que debía ser trascendental es preciso
rellenar con imaginación los espacios que deja el texto, definitivamente, es
paja. Bla, bla, bla... nada aportó Felipe VI en mitad de la peor crisis
institucional de nuestra democracia. Alertar del riesgo de ‘la erosión de las
instituciones’ después de que los jueces conservadores del Tribunal
Constitucional hayan traspasado todas las líneas democráticas es de Perogrullo”.
Bollero nos recuerda que
los españoles y las españolas no precisamos que el monarca, en cuya formación
tanto hemos invertido, venga decirnos que “necesitamos fortalecer nuestras
instituciones”. “Para ese viaje -escribe- no precisábamos tantas alforjas.
Escuchar reflexiones de Felipe VI que podrían atribuírsele a cualquier
estudiante de Secundaria es desolador. ¿Qué necesitamos unas ‘instituciones
sólidas que protejan a los ciudadanos, atiendan a sus preocupaciones,
garanticen sus derechos, y apoyen a las familias y a los jóvenes en la
superación de muchos de sus problemas cotidianos’? Pues claro, Einstein, ¿y qué
aporta quien está haciendo dejación de funciones e incumpliendo el artículo 56
de la Constitución a la que tanto se aferra para conservar el puesto? Nada.
Soltar un discurso de Navidad con una realización y unos encuadres tan
obsoletos como el mismo personaje que lo protagoniza”…
Bollero insiste en que el
Rey nos presentó una batería de topicazos que, como no puede ser de otro modo,
ha provocado que sus fieles defensores amplifiquen el bla, bla, bla... “El mismo discurso e idénticas valoraciones
podrían sacarse cada año del cajón, desempolvarlas y cumplir expediente. ‘Compartimos
el gran discurso de S.M. el Rey en defensa de la Constitución, el legado de la
Transición y la fortaleza de las instituciones ante los desafíos que
enfrentamos’, decía Alberto Núñez-Feijóo, sin despeinarse a pesar de que el
partido que preside lleva cuatro años incumpliendo la Constitución. Felipe VI
no está a la altura, sencillamente, porque es prescindible. Ninguna persona
demócrata debería ya esperar nada de él, ni siquiera que tenga la honestidad de
poner su cargo a disposición del pueblo para que éste le dé una legitimidad
real que la Corona nunca ha tenido en nuestra democracia. El bla, bla, bla...
que nos regala cada año (mejor vocalizado que su padre, eso sí) es insultante,
por lo que dice y, sobre todo, por lo que no dice. Y ante eso, la opción más
honesta, más decente, es el silencio total”.
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