14 de noviembre. (Y II) Bush, con un pie en el estribo...
Bush se va. Bin Laden se queda.
Algunos periodistas y escritores que se aventuraron en la biografía de Bush le recuerdan ausente y desaparecido durante las horas críticas de aquel 11 de septiembre del 2001. Recuerdan su aturdimiento y desconcierto así como su reacción posterior al prometer en la pequeña pantalla que los “EEUU agarrarán y castigarán a los responsables de estos actos cobardes”. Nunca le faltaron sospechosos contra los que justificar su americanismo y quienes no estaban con él, estaban contra él y su América. No parecía saber quién era su enemigo ni dónde se escondía, pero aseguraba estar dispuestos a encontrarlo, fuera como fuese. Ese era para él su único objetivo político. Ante las cámaras, habló de “una monumental lucha entre el bien y el mal” y advirtió que “el bien prevalecerá”. Humillado en su moral calvinista, preparó una revancha ciega e implacable en la que acaparó las víctimas civiles. Polarizó el ejemplo del americano vengativo que castigaba con la muerte a quien atentaba contra la vida. Sólo vio el bien en su propia obra y política y el mal y enemigo en todo aquel que no comulga con sus ideas.
El presidente americano iniciaba así una “cruzada” contra “los malhechores”, lanzando el mensaje de las típicas películas del Oeste: “Queremos a Osama Bin Laden vivo o muerto”. El FBI ofreció por su captura veinticinco millones de dólares, llegando Bush a conceder 1000 millones para lograr su objetivo. “Buscar a Bin Laden –reconoce, sin embargo, un ex miembro de las Special Air Forces británicas– es como buscar una aguja en un campo de fútbol”. La Casa Blanca explicó que “Bush lamentaba haber usado el término de cruzada”. Igualmente la palabra “guerra”, repetida en boca del presidente americano, sufrió la corrección diplomática del presidente francés en visita a la Casa Blanca, con lo que Bush tuvo que corregirla, eligiendo otros términos como “conflicto”, “lucha” o “situación”. Karen Hugues, la asesora de prensa de la Casa Blanca, intentó cambiar el vocabulario del presidente que no dejaba de meter la pata pero el coloso americano humillado precisaba urgentemente de un Estado enemigo, débil y odioso, como Afganistán para aplastarlo. Y, sobre todo, necesitaba convertir a Bin Laden en el enemigo a derrotar. Se conformaba con algunos indicios y evidencias antes de tener todas las pruebas que confirmasen la identificación del enemigo. El mito creado en su propio provecho le fue útil para sus iniciales propósitos con los que demostró que él era el más fuerte, aunque el menos indicado para gobernar.
Estoy de acuerdo con Joseph Ramoneda, quien, en el artículo de ayer en El País (“El espectáculo y la realidad”), asegura que “Bush ha optado por acabar su mandato con exquisitez en las formas, quizás confiando en hacer olvidar una derrota de la que es el principal culpable”. Sin duda ese mismo esmero y atención en las formas tiene otra cara: la de la insolencia, grosería y desfachatez en su vida política, a punto de extinguirse sin que nadie sienta su marcha definitiva.
El presidente americano iniciaba así una “cruzada” contra “los malhechores”, lanzando el mensaje de las típicas películas del Oeste: “Queremos a Osama Bin Laden vivo o muerto”. El FBI ofreció por su captura veinticinco millones de dólares, llegando Bush a conceder 1000 millones para lograr su objetivo. “Buscar a Bin Laden –reconoce, sin embargo, un ex miembro de las Special Air Forces británicas– es como buscar una aguja en un campo de fútbol”. La Casa Blanca explicó que “Bush lamentaba haber usado el término de cruzada”. Igualmente la palabra “guerra”, repetida en boca del presidente americano, sufrió la corrección diplomática del presidente francés en visita a la Casa Blanca, con lo que Bush tuvo que corregirla, eligiendo otros términos como “conflicto”, “lucha” o “situación”. Karen Hugues, la asesora de prensa de la Casa Blanca, intentó cambiar el vocabulario del presidente que no dejaba de meter la pata pero el coloso americano humillado precisaba urgentemente de un Estado enemigo, débil y odioso, como Afganistán para aplastarlo. Y, sobre todo, necesitaba convertir a Bin Laden en el enemigo a derrotar. Se conformaba con algunos indicios y evidencias antes de tener todas las pruebas que confirmasen la identificación del enemigo. El mito creado en su propio provecho le fue útil para sus iniciales propósitos con los que demostró que él era el más fuerte, aunque el menos indicado para gobernar.
Estoy de acuerdo con Joseph Ramoneda, quien, en el artículo de ayer en El País (“El espectáculo y la realidad”), asegura que “Bush ha optado por acabar su mandato con exquisitez en las formas, quizás confiando en hacer olvidar una derrota de la que es el principal culpable”. Sin duda ese mismo esmero y atención en las formas tiene otra cara: la de la insolencia, grosería y desfachatez en su vida política, a punto de extinguirse sin que nadie sienta su marcha definitiva.
3 comentarios:
Santiago, -con todos mis respetos- Los islamistas nos han matado aqui mismo, en atocha, a mi vecina. Bush ha sido nefasto, pero al contarlo -por contraposición-debemos cuidar no dar la impresión equivoca de que ensalzamos las virtudes y logros de Al Qaeda, la yihadd, Bin Laden, y talibanes. ¿No hay un sólo reproche para estos tipejos?
chiflos.
Chiflos: Con mi crítica lacerada a Bush no he pretendido dar la impresión de ensalzar al grupo de Bin Laden y los talibanes. Y si hablé de Bin Laden fue para recordar que las dos guerras que Bush llevó a cabo se apoyan en la persecución del mismo personaje, que hoy sigue vivo. ¿No ha sido más bien Bush quien se ha servido de éste para justificar sus desastrosas guerras?
Pues si, estamos deacuerdo, pero nadie se cree que el personaje (Bin laden) "justifique" esas guerras. Me temo que son guerras sistémicas, y España está alineada en ese eje, -ahora en guerra con Afganistan,- a pesar del gobierno socialista y su iluminado presidente. (oigase declaración reciente de Carmen Chacón, ministra de defensa) tras las bajas de dos soldados ibericos.
chiflos.
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