Nota: un infortunado bloqueo.
La obsesión por la actualidad me ha jugado una mala pasada. En mi afán por estar al día, he tropezado con una piedra que ha noqueado mi presente. Ocurrió el sábada pasado, cuando cegado por la actualidad, apreté una tecla que no debía y mi blog quedó bloqueado hasta este momento. Me sentí defraudado por mi error y, en esos días incomunicado, presentí un alejamiento algo muy cercano a la muerte. Hasta que, afotunadamente, volvió la luz, y, tras un profundo soplido, constaté que podía seguir con mi blog. De nuevo estoy aquí con el mismo tema con el que se produjo este cortocircuito con la actualidad.
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Banderas de la manifestación
En España, la bandera no parece unir, sino dividir a sus habitantes. Es la conclusión a la que uno llega después de observar detenidamente lo ocurrido en torno a la misma. Desde hace varios días, el PP sostiene una campaña en la que se presenta como el único defensor de la Monarquía, de los símbolos nacionales y de la Patria, y pide a la gente salir a la calle el 12-0, con sus banderas españolas y en supuesto acto de desagravio por la ausencia de la señera nacional en algunos ayuntamientos del País Vasco y de Catalunya así como por la quema de fotografías del Rey. Dos días antes de la llamada “Fiesta de la Hispanidad”, conocida a preferentemente por los franquistas como “la Fiesta de la Raza” y fomentada desde 1926, el PP, seguramente añorando los desfiles aquellos de la Victoria –la franquista–, lanzó la convocatoria bajo el lema “Somos España”. Y su presidente, Mariano Rajoy, publicó un vídeo-discurso del que el diario “Público” abrió una edición con su imagen y el comentario: “Se cree el Rey”.
Por su parte, el PSOE mostró su disgusto por esta “campaña partidista del PP” que considera como “un elemento de crispación añadida, teniendo en cuenta que, en los dos últimos años, se produjeron abucheos, gritos y pintadas por parte de familiares de militares ante la presencia del presidente del Gobierno”. Una campaña que el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista denunció por “romper los principios básicos de unidad de todos los españoles como son la bandera y la Jefatura del Estado” y por considerarla “un pretexto para erosionar al Gobierno, utilizando lo más sagrado para dividir a los españoles y para confrontar con el Gobierno, que parece ser lo único que les importa”.
“Al señor Rajoy –dijo la vicepresidenta del Gobierno– le sobra radicalismo y le falta sentido del Estado. Creo que no es casual que esté bajando en las encuestas”. Fernández de la Vega no quería entrar en el juego "de quienes quieren apropiarse de los símbolos de todos al servicio de un partido y de una idea". Y destacó que los conservadores estaban sumidos en una “confusión total” porque confunden “oposición con confrontación”; a España, “con su propiedad particular”; “a los españoles, con sus militantes” y el himno y la enseña nacionales con “la sintonía y la bandera del PP”. Tachó de irresponsables a quienes así lo hacían y aseguró que "la patria, la bandera y las instituciones no están para jugar con ellas, sino para ponerlas al servico de todos los españoles”. Para ella, el PP no se daba cuenta de que sus “irresponsables” intentos de crear “zozobra y miedos sin fundamento” sobre la Monarquía y los símbolos nacionales no surtirían efecto en las urnas.
La derecha matizó que su campaña de apoyo al Rey no respondía a una estrategia calculada, sino a una preocupación de “monárquicos de pura cepa”. EL PP repitió que se equivocaban quienes le acusaban de apropiarse de los símbolos por puro interés partidista porque “los hemos defendido toda la legislatura”. Nosotros hemos mantenido siempre el mismo discurso. No es electoralismo, es coherencia” Y, en la sede del partido, no temían que se les llamasen “fachas”, pues “nos han llamado de todo, lo que ya está amortizado".
Al tiempo que se desarrolaban estas campañas, surgían protestas y manifestaciones contra el Rey. Pero la izquierda estaba convencida de que se trata de una operación contra Zapatero y no contra el Rey. “Zapatero es el objetivo a eliminar –inisitían–. Es tremenda la desgracia de este país de padecer a una derecha y a una Iglesia Católica que, si no ganan en las urnas, no les importaría lo más mínimo levantarse en armas y eliminar a los que no opinen como ellos. Nuestra Historia siempre ha sido así”. Un lector del diario “Público” aseguraba en que “los obispos piden oraciones por el Monarca como pedían oraciones por la salud de Franco en el hospital de La Paz un mes de noviembre. Los obispos lo arreglan todo rezando. La oración deja tiempo para la especulación en Gescartera. La COPE vomita su odio cada día sobre el Jefe del Estado. Su náusea remueve el vientre de media España. Sus contertulios alardean en debates en la televisión de Esperanza Aguirre y el Fiscal General del Estado no interviene. Los obispos, rezadores pero cómplices de ese vómito, no se avergüenzan de los locutores que tienen al frente de sus emisora”.
El ejecutivo intentó por unos días restar importancia a lo que suponía ocurriría el 12-O, Día de la “Fiesta Nacional”. La tesis oficial era que, en las últimas semanas se había producido un efecto amplificador y de imitación de determinadas actitudes minoritarias, como lo eran los grupos que habían participado en la quema de retratos del Rey. Pero el Gobierno aseguraba que no estaba preocupado con lo que ocurriría ese día.
La confrontación sobre estos temas entre las derechas y las izquierdas no es nueva.Ya en diciembre de 1998, cuando el PP gobernaba con el apoyo de CiU y del PNV, fueron quemadas banderas españolas en las tribunas del estadio de Montjuic durante un partido entre Catalunya y Nigeria. Casi un año después, el 12 de octubre de 1999, hubo incidentes muy graves en el barrio de Sants. Y, en 2000, se conoció un informe de Interior sobre 'kale borroka' en Catalunya que se manifestaba llevando a cabo 80 lanzamientos de cócteles molotov contra bancos. En 2005, unos 500 independentistas se enfrentaron a la Policía en el barrio barcelonés de Gracia. El año pasado, el Presidente Zaptero fue abucheado durante el desfile en el que se oyeron gritos de “Fuera, fuera” desde las tribunas de público. Este año Zapatero fue igualmente abucheado con la música de la marcha nacional de fondo, cuando, en la Tribuna con el Rey, homenajeaba a los soldados caídos y se escucharon gritos de 'Viva España' y 'Fuera Zapatero'. Sin embargo, los pitidos y silbidos fueron menores que en años anteriores.
En los días precedentes, el Rey fue duramente criticado en diversos puntos de los Países Catalanes. Pero el Rey, según Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, quien le visitara el martes pasado, estaba “más que molesto” con la campaña antimonárquica de “un sector de la derecha o de la extrema derecha” refiriéndose a las petición del locutor de la Cope, Fedrico Jiménez Losantos, quien pidiera su abdicación en favor de su hijo. Y Joan Lladó, líder en Baleares de Esquerra Republicana de Catalunya y conseller de Interior del Gobern Balear, quien propusiera el verano pasado que los Reyes devolvieran el Palacio de Marivent a los mallorquines para darle una “utilidad más importante”, expresaba hace poco, en una carta publicada por dos semanarios mallorquines: “Y si alguien quiere encender una vela,¡batualmón! que enrolle un retrato del rey...”
El PSOE ya había acusado al PP de querer "contienda y confrontación" incluso en lo que todos estaban de acuerdo, en la bandera que es "de todos" o en el "gran papel" de la Monarquía. Zapatero, presidente del Gobierno, advertía que nadie debería apropiarse de la enseña y afirmaba que los 'populares', el 12 de octubre, querían hacer una campaña no por el Día de la Hispanidad, sino pensando en las próximas elecciones generales de marzo. Pero, subrayó, “se equivocan de tema, de país y de siglo”. El jefe del Ejecutivo también se refirió a la quema de fotos del Rey y se quejó de "cuánto salen públicamente".
Curiosamente, posteriormente al desfile militar, Mariano Rajoy, sin llegar a condenar el incidente, aseguraba que no le habían gustado los abucheos de los que había sido objeto el presidente Zapatero, en la Fiesta Nacional, "especialmente" los que se produjeron mientras tenía lugar el homenaje a los soldados fallecidos. El secretario de Organización del PSOE, José Blanco, acusó al presidente del PP de ejercer "de pirómano por la mañana y de bombero por la tarde", ya que durante las últimas semanas "ha calentado el ambiente" y después, el día de la Fiesta Nacional, se había presentado como defensor "de la nación, de la bandera y de la convivencia entre españoles". Julio Villarrubia, secretario general del PSOE en el Congreso, le acusa de practicar un "patriotismo de hojalata" que “alimenta los extremismos" y que es "caldo de cultivo de incidentes". Considera que el mensaje lanzado por él es "impropio de un líder de un partido democrático” y supone atribuirse funciones que no son suyas, sino del jefe del Estado. A su juicio, todo forma parte de una “campaña perfectamente diseñada por el PP” que puede “generar ruido y bronca, que es lo que están buscando”.
El periodista Luis del Val, en el artículo “Patria e individuo” escribre sobre este tema: “Desconfío de las gentes que hablan mucho de la patria porque la patria suele ser el último reducto de los canallas. Uno de nuestros más elegantes canallas, después de choricear varios millones de pesetas, desde su cargo en el Ministerio de Interior, decía en su defensa: ‘Con la patria, siempre, con razón o sin ella’. No hay tipo más patriota que el que le saca una buena tajada de poder o de dinero a la patria. Franco era un gran patriota, o sea, un gran canalla, y no te digo nada los patriotas de las patrias recicladas de nuevo cuño, patrias recién salidas del telar de la historia inventada, dispuestos a dar lo que sea, con tal de conservar su coche oficial, su nómina, su cargo, y su cotidiana razón de demagogia para nuevos patriotas de reemplazo”. A Del Val no le preocupa en exceso el patriotismo de los políticos. Le preocupan mucho más “si atentan o no atentan contra las libertades del individuo, hasta qué punto son intervencionistas, o istas de lo que sea, porque a Pinochet, ese tremendo golfo, se le llenaba la boca de `patria´, y Fidel Castro ama a Cuba, tanto como odia a los cubanos que no piensan como él”.
Estas son algunas de las disquisiciones surgidas en torno a una bandera bicolor. Y menos mal que sólo tiene dos colores. Que si fueran más..., uno casi preferiría no tener bandera. O tener una como el himno, con una marcha que “mola” pero que carece de letra. Aunque mucho me temo que, en cuanto se apruebe la del “comité de sabios”, a partir del 5 de noviembre próximo, ocurra lo mismo que con la bandera.
(Continuará)