30 de mayo. Mentiras y "verdades" de la publicidad.
En efecto, desconfío de cualquier anuncio publicitario presentado, incluso de los que acaparan premios. Es más, creo que el hecho de ser aceptados por cualquier medio, por muy serio que sea, lo condiciona y, en cierta manera, desprestigia. Para mi, el mejor producto es aquel que no precisa de la publicidad en prensa, radio o televisión, sino que es promocionado de boca en boca. O, lo que es lo mismo, el que no precisa de dichos medios para darse a conocer. Y, de igual manera, la mejor noticia es la que no precisa de patrocinadores, ni de propaganda partidista, ni de métodos promocionales para darse a conocer. Porque, ya se sabe, éstos, supeditados a la publicidad, viven y crecen gracias a los anunciantes que los pagan y a los publicistas que viven de ellos. Lo malo del caso es que las noticias, sin los medios de comunicación, no se propagan a su velocidad acostumbrada. Lo que presenta una doble alternativa: o se acepta la inmediatez de las mismas, con todos los condicionamientos que la publicidad lleva consigo, o la circulación lenta y torpe de las noticias puede suponer su estancamiento o pérdida de las mismas, aunque sin el peligro de su manipulación. Aunque, ¿quién sabe?, también éstas son capaces de aliarse a su paso con cualquiera...
Porque la publicidad, en general, tiene mala fama. A todas horas del día te bombardean con ella desde cualquier medio. Y ya se sabe: cuanto más se repite, más creíble se hace. Es lo que, al menos, Goebbels, ministro de propaganda nazi, creyó y demostró. Para él una mentira mil veces repetida se convertía en una verdad.