viernes, 30 de marzo de 2007

30 de marzo. Formoso sigue defendiendo lo que considera suyo

En mi aterrizaje en Mallorca al final de la década de los sesenta, conocí a un Cela trabajador y comunicador, tan puesto en su sencillez como en su arrogancia, con un don de palabra siempre a punto y un trabajo a piñón fijo. Me presenté en nombre de Sito Alba, un profesor, escritor y periodista que conocí en París y que me había escrito una carta de presentación que entregué personalmente al ínclito escritor. Éste me recibió en su casa de Son Armadans, leyó mis primeros poemas y me aconsejó gratuita y paternalmente. Ya entonces tenía fama de ser muy exigente. Y se decían cosas de él que me costaba creer a ojos cerrados.

Más tarde, me incorporé en la delegación de Zeta en Palma de Mallorca en la que trabajé a pleno rendimiento. Hasta que sufrí las consecuencias del cambio ocasionado tras el 23-F. Recuerdo que, en el verano del ochenta y cinco, el entonces subdirector de “Interviú”, Pedro Palacios, me pidió algo insólito: que hiciera de chófer de Cela y le acompañara en sus entrevistas a gente importante que veraneaba en la isla. El periodismo de investigación y de denuncia había cedido el paso al de laxitud y de nombres famosos. Y comprobé algunas facetas del académico, precavido y con cierto respeto por la velocidad. Cela tenía fama de ser un señor sin pelos en la lengua, al que nadie osaba contradecirle. Lo que él decía iba a misa. Aunque su decisión de no rebajarse en premios literarios en los que aseguraba no creer, fue cediendo hasta participar en alguno de los más comerciales.

Pero volvamos al tema de la novela de Carmen Formoso, “Carmen, Carmela, Carmiña”, que ya había casi olvidado. La acusación de plagio sobre “La Cruz de San Andrés”, obra de Camilo José Cela con la que ganara el Planeta en el año 1996, había llevado a sus más próximos a una defensa a capa y espada de su nombre. El consejero delegado del Grupo Planeta, José Manuel Lara, descartó la existencia del delito con estas palabras: “No se me ocurre pensar ni cómo es posible que un autor de la altura de Cela plagiara a una escritora desconocida. Sería una chapuza utilizar una de las novelas presentadas al premio para que se la apropiara otro escritor”.

Carmen Balcells hace una rotunda defensa de la Editorial Planeta: ”Como otras editoriales que tienen premio –escribió la agente literaria de Cela–, Planeta estimula a los escritores a que se presenten, y lo hace para que ganen. Es totalmente inverosímil que esta editorial tomase un manuscrito presentado al premio para entregárselo a otro autor para que lo copiara y premiarlo en la misma convocatoria. Cela no necesita, y la duda ofende, plagiar a nadie; y porfa, no juzguen a los escritores por su comunismo, su fascismo, por su hermosura o por su gordura, Aténganse al pie de la letra”. Refiriéndose a Carmen Formoso, dijo: “Se trata de una escritora de 60.000 años, inédita, sospechosa de paranoia, que registra en la Propiedad Intelectual los cuentos que escribe para sus nietos”.

Mientras tanto, Jesús Díaz Formoso, el hijo y abogado de Carmen Formoso, insistía en que estaba “absolutamente convencido” de que la editorial había pasado la novela de su madre a Cela. “No es difícil de imaginar el enorme daño que esta autora ha tenido que sufrir –escribía en Internet, “2001 Punto Crítico.es”–, viendo cómo la mayor editorial del país se apropia de su primera novela larga y organiza una trama delictiva, cuyo resultado es la publicación de una novela en la cual han sido utilizados los elementos fundamentales de su obra, o lo que es igual, sus propias vivencias personales, la historia de su propia familia, los recuerdos novelados, además del producto de tres años de recopilación de la documentación utilizada en su obra”.

En 1998, Formoso denunciaba el presunto plagio ante el juzgado de A Coruña. Éste se inhibe y la querella pasa al Juzgado de Instrucción número 2 de Barcelona que, el 28 de junio del mismo año, decide no admitirla a trámite. Díaz Formoso interpone un recurso de reforma que también es desestimado y un recurso de apelación que es, al fin, admitido y pasa a la Audiencia Provincial. Ésta ordena que el Juzgado de Instrucción abra la investigación.

El embrollo lleva cinco largos años en litigo, hasta que, a principios de julio del 2006, muerto ya Camilo José Cela, se abre un nuevo capítulo. Camen Formoso, acoge la decisión del Tribunal Constitucional a favor de la nueva revisión judicial de la querella por presunto plagio. La Sala Primera del Tribunal Constitucional otorga el amparo a Carmen Formoso y reconoce sus derechos fundamentales a la tutela judicial efectiva, de defensa y a utilizar los medios de prueba pertinentes al declarar la nulidad de varias resoluciones judiciales por no darle respuesta en sucesivos recursos.

La revisión judicial se ha alargado tanto que “ya pensaba que no me darían la razón hasta que estuviera muerta”, comenta la escritora y artista. La situación por la que atravesó “fue tan desagradable” que considera que la noticia casi no se la “podía creer”. Al contrario, Jesús, el abogado e hijo de la escritora, precisa que ya lo esperaba. Y Marina Castaño, viuda de José Cela, ¿qué ha dicho de todo esto? La viuda de José Cela se ha encerrado en su mundo y se he negado a hacer el mínimo comentario.

jueves, 29 de marzo de 2007

29 de marzo. Excepciones a parte.


Claro que el seguir ciegamente la propia vocación literaria no siempre conduce a la miseria. A veces se dan casos excepcionales, como el de Camilo José Cela, quien consiguió los más importantes premios nacionales y el Nobel de Literatura. Pero, tras acariciar los laureles del triunfo, este escritor gallego también ha cosechado ciertas críticas preocupantes por parte de lectores que dudan de su honradez profesional. Me refiero concretamente a las que hacen mención de su Premio Planeta 1994.

Ese mismo año, Carmen Formoso, maestra en la actualidad jubilada, concurría al premio con su obra “Carmen, Carmela, Carmiña” (Fluorescencias), pasando sin pena ni gloria entre un jurado que eligió, por imposición de la editorial, la obra de Cela, anunciada incluso con antelación al fallo. Un par de años después, su novela cayó en manos de Formoso quien, sorprendida por un presumible plagio, presentó una querella criminal contra el escritor por un supuesto delito de apropiación indebida y contra la propiedad intelectual. Naturalmente, Carmen había aireado su obra en un mar de tiburones. Pero había tenido el acierto de acudir primero al Registro de Propiedad Intelectual para que quedara fe de su novela escrita.

A mediados de siglo, Cela había intentado hacerse con los literatos republicanos exiliados. En mayo de 1956, el escritor sugería a Zenobia y a Juan Ramón Jiménez, exiliados en Puerto Rico, la idea de traerles a Mallorca, isla mediterránea en donde vivía. Cela deseaba que se olvidaran de su oposición a la España de Franco. “Vega usted a España, directamente a Mallorca, en un buen barco –les escribe entonces–. Aquí no hay líneas regulares, pero sí cruceros turísticos que hacen escala. Mallorca es sosegada y luminosa, templada y dulce, mediterránea y tierna. En el campo de Mallorca aspea el viejo molino y brota la blanca y rosada flor de almendro. En Mallorca, Zenobia, Juan Ramón y usted tienen un escudero. Aquí hay buenos médicos y, para verlos a ustedes, vendrían los que eligiésemos de Madrid y Barcelona”. Pero ni Juan Ramón ni Zenobia deciden dar el salto. Al contrario, se quedan en Puerto Rico hasta que, meses más tarde, les sobreviene la muerte.

Desde Palma de Mallorca, Camilo José Cela había lanzado sus “Papeles de Son Armadáns”. Hasta finales de marzo de 1978, colaboraron asiduamente en ellos personajes republicanos tales como Max Aub, Corpus Barga, María Zambrano, Francisco Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Américo Castro, Serrano Poncela, Ramón Sender, Juan Marichal, Manuel Andújar, Manuel Altolaguirre y otros exiliados españoles quienes, pese a mantener una mentalidad totalmente opuesta a la suya, no se opusieron a la idea de escribir en los papeles del que había sido censor al servicio del régimen del general Franco.

En agosto de 1972, Cela escribe en su revista una afectuosa despedida a sus viejos amigos, Américo Castro y Max Aub: “Max Aub, el compañero que –como Américo Castro– había honrado mi casa viviendo en ella y en estas páginas escribiendo en ellas, también ha muerto. Descanse en paz en el lejano Méjico hasta donde le había barrido el mal viento de la peor circunstancia. Amén”. Camilo José le había conocido en 1933 ó 1934, cuando tenía diecisiete o dieciocho años, en la dominical tertulia en casa de María Zambrano, “en la plaza del conde de Barajas, del Madrid que a todos nos reunía y que a todos nos dispersó, y aún él me recordaba hace cosa de un mes o mes y medio en Palma de Mallorca. ¿Quién nos había de decir, él a mí, que aquel recuerdo había de ser nuestra común palabra postrera. Max era un hombre pequeño y brillante, inquieto y nervioso y bullidor, cascarrabias y afable, curiosísimo de todo lo que fuera expresable con la palabra culta y literaria y enamorado de la letra de imprenta, del papel, la tinta y el buen arte de la composición”.

Pero, a veces, la manera de pensar y de obrar de Cela chocaron bruscamente con alguno de los exiliados invitados. Tal es el caso de Ramón José Sender que, en octubre de 1976, acude a su casa de Mallorca. “Ya desde el principio –recuerda su hijo, Camilo José Cela Conde, en su libro “Cela, mi padre”– las cosas salieron torcidas. El primer día, Sender se cayó por las escaleras que bajan al comedor y hubo que enyesarle un pie, militando un poco sus movimientos”. Más tarde, en una cena con diversas personalidades invitadas en la que se habla de la Guerra Civil, Sender se enfrente a Cela, en un altercado que termina en riña abierta. Así lo cuenta Sender a la periodista y poetisa, Julia Uceda: “Lo de Cela fue un incidente idiota. Estábamos en la mesa unas quince personas. Discutíamos de política y él dijo: ‘Ojalá entren cuanto antes en Madrid los tanques rusos’. Yo le dije: ‘Entraron ya en 1936 y los recibí yo, ¿y sabes lo que nos trajeron? Nos trajeron a Franco, a quien tú pediste humildemente que te nombrara delator de la Policía. De la Policía que mató a mi mujer’. Luego tiré del mantel hacia arriba y volaron los platos, floreros, cirios, hubo duchas de caldo gallego para casi todos los invitados…Cela vino hacia mí y le dije: ‘Cuidado, porque voy a romperte la cabeza y no tienes otra”.

La versión que da Cela Conde difiere de la de Sender. En una cena en la que se abrió demasiado pronto un vino excelente y de alta producción y en la que se mezcló el whisky, la conversación derivó hacia la Guerra Civil. “Sender se fue acalorando y comenzó a subir cada vez más la voz. A tal punto llegó su excitación que acabó por levantarse y, mientras daba un puñetazo sobre el plato lleno de caldo gallego, acusó a gritos a los presentes de ser culpables del asesinato de su mujer”.

miércoles, 28 de marzo de 2007

28 de marzo. Extraño modo de salir a flote.

España, uno de los países que edita más libros del mundo, cuenta, curiosamente, con uno de los índices de lecturas más bajos de Europa. Se ha dicho que un 42 por ciento de los españoles nunca lee un libro y, del 58 por ciento de lectores, un 22 por ciento lo son ocasionales o muy ocasionales. Según una encuesta de la Federación de Gremios de Editores de España, los que más leen son, curiosamente, los parados (79 %) y los estudiantes (76 %) Me pregunto si, comparativamente, serán también los parados los que más escriben, aunque mucho me temo que no. Al menos, los que publican lo que escriben.

¿Será éste el triste devenir del escritor novel hasta que se da a conocer? Sólo el reconocimiento público de lo que el escritor hace puede resarcir el tiempo pasado en la escritura. Lo malo es cuando la obra no se publica en vida del autor, sino después de que éste haya muerto. O cuando este reconocimiento no llega nunca o se hace bajo el anonimato del mismo o, lo que es aún peor, cuando un Nobel de Literatura se apodera de tu obra. Jodida ocupación ésta, sin sueldo y con el peligro de que un chacal o una ballena te engulla o te deje desnudo, apropiándose de tu nombre.

Sin embargo, enamorado de esta actividad, tanto llena de autoestima gratuita como vacía de retribución, reconozco que, una vez que se ha bebido de su fuente, no puede uno liberarse tan fácilmente de ella. En seis años de paro laboral, no he hecho otra cosa que escribir. Seis libros de ensayo llevo ya terminados, aparte de novelas y varios libros de poemas. Pero sólo tres de estos libros se han publicado sin que mi nivel de ingresos se haya modificado lo más mínimo.

Mi carrera, prácticamente gratuita, de autor de libros sigue a la par a la de periodista en paro, con lo que a veces me asaltan serias dudas sobre mi elección profesional. Y me consuelo tocando la trompeta por amor al arte, un instrumento que puede ser tan diabólico como celestial y puede convertirte en un artista aplaudido o en un pobre diablo fracasado. Reconozco que mi opción ha sido dura y suicida. Sobre todo, teniendo en cuenta los datos elaborados por esta encuesta según la cual el 42 por ciento de los españoles reconoce no leer libros nunca o casi nunca y el 30 por ciento de los hogares españoles no se compra ni uno solo el año pasado.

Una sola cosa está clara, aunque sé que no estoy dispuesto a aceptarla. Y es que, si quiero salir a flote en mi estado económico, no debo continuar con fe ciega en lo que estoy haciendo. Y debería adaptarme a lo que sea más rentable para mi desastrosa vida.

martes, 27 de marzo de 2007

27 de marzo. Los últimos de la fila

Hace años, mientras aún estaba engranado en el sistema productivo y competitivo, conocí a los empresarios que más ganaban, y escribí reportajes sobre sus opiniones y gustos. Otra cosa era escribir sobre los últimos de la fila, así como sobre los más miserables obreros en paro. Me entrevisté con caza-talentos, con directores de grandes empresas y con altos jerarcas y, un día, me enteré del caso de un parado sin ningún recurso que terminó con su miserable vida. Escandalizado por la diferencia del nivel de vida, intenté escribir un reportaje que, por supuesto, fue rechazado por los mandases de “Interviú”, quienes consideraron que el interfecto meaba fuera de tiesto.

A veces, se publicaba algún caso que pasaba como una noticia curiosa. Como el de ese “anciano” de 67 años que se había arrojado al paso de un tren en la vía férrea Madrid-Parla, tras haber liberado un canario de su jaula y haber dejado todos sus efectos personales ordenados. Las fuentes de la noticia provenían de la Policía. “Repicio N. F. – rezaba una noticia de un diario–, de Ciudad Real, murió a las diez de la noche del domingo pasado, al ser arrollado por un convoy a la altura del kilómetro 19, cerca de Parla”... No me cabía la menor duda de que sucesos como éste no eran únicos y se repetían con frecuencia. Sólo que no salían ni salen todos los días en la prensa.

El cadáver de este presunto suicida no llevaba documentación alguna. Unos familiares reconocieron su cuerpo sin vida y destruido, y la Policía comprobó que el “anciano” había dejado su carné de identidad y otros documentos encima de la mesa de su vivienda, en la que había una jaula abierta, probablemente habitada por un canario, liberado por él antes de dirigirse a la vía del tren. Respicio vivía en la calle del Maestro Bretón, en Getafe.

Hubiera querido saber algo más sobre este personaje. Indagar su vida y los motivos por los que había terminado tan trágicamente, aunque de manera voluntaria. Era para mí un reto conocer el entorno en donde vivía y averiguar otros datos. Pero, en el medio en donde trabajaba, el tema, considerado de escaso interés periodístico, no interesaba.

Por el contrario, a mí me parecía apasionante indagar sobre la vida y muerte de ese pobre “anciano” de 67 años, del que nadie se había ocupado y al que nadie echaba en falta. Trataron de convencerme de que la revista en la que trabajaba no estaba para investigar tales nimiedades. Que al público lector, que se alimentaba básicamente de lo morboso, no le interesaban esos temas. Y debí continuar con los reportajes que entonces mi trabajo me exigía.

Así era el periodismo que hoy sigue funcionando con idénticos parámetros, de espaldas a tabúes como el paro, la vejez y la miseria, temas que intentan evitarse a toda costa. Sólo si contienen suficientes elementos de novedad o si llaman la atención del director del medio, que no de sus lectores, permiten que los periodistas se ocupen de ellos. Sujetos al capricho y al criterio de los propietarios, quienes controlan la prensa saben que hay cosas, como éstas, que jamás le reportarán ni un céntimo. Sólo eso guía la manera de enfocar sus publicaciones.

lunes, 26 de marzo de 2007

Entre trámites burocráticos

Hay errores en la vida y humillaciones que cuestan sudor y lágrimas. Y más aún cuando son aireados en la prensa, expuestos a toda clase de críticas y vapuleos de supuestos enemigos ideológicos. O cuando el silencio ante estas situaciones, que uno no puede explicar aunque son evidentes sólo por los más cercanos, te devora internamente.

De nuevo he perdido la mañana en puros trámites burocráticos. Me da la impresión de que la Administración, dueña y señora de la burocracia, sólo justifica sus actos con la imposición de normas a diestro y a siniestro, no pocas de ellas, absurdas. Y yo, un parado sin más derecho que cobrar una mísera cantidad por mes, tengo la obligación de presentarme cada tres meses en las oficinas del INEM para demostrar lo evidente: que sigo sin trabajo retributivo. Porque del otro, del voluntario y sin cobrar, tengo a punta pala. Ocupo la mayor parte de mi tiempo muerto escribiendo y corrigiendo lo que voy anotando durante este largo periodo, y dedico tres o cuatro horas a la trompeta, que tampoco me da ni un duro. De esta manera, paso las jornadas sin hacer nada “útil” o retributivo. Claro que la utilidad así concebida puede ser la más ostentosa y desastrosa actividad. Me basta con recordar los días “útiles” de trabajo que he pasado, haciendo cosas vacías de contenido y obedeciendo órdenes absurdas, lo que me impedía que pudiera pensar detenidamente por mi cuenta y riesgo.

Como no tengo medio de transporte para desplazarme al INEM correspondiente, he tomado el autobús que me ha llevado a Madrid, capital. Una vez allí, me he introducido en el “metro” para llegar a la estación del tren que, tras un largo recorrido, me ha conducido a las oficinas de colocación. Allí he presentado mi tarjeta de paro y, tras averiguar que era correcta, una funcionaria me han estampado un sello encima de la fecha de presentación y me la ha devuelto. Nada más.

Ni un saludo de presentación ni de despedida. Ni una simple palabra de aliento, ni una oferta cualquiera de trabajo... La cola de los nuevos parados era larga, pero todo seguía perfectamente burocratizado. Eran las dos de la tarde cuando he vuelto a casa, sin haber podido hacer nada más en toda la mañana. “Es igual –me contestan fríamente los burócratas de siempre– Para esto están los parados”.

No me extraña que, en esta sociedad tan competitiva, en la que sólo cuenta el que rinde y trabaja, según los cánones de la oferta y la demanda, el olvido, la alienación y la muerte estén tan arraigadas entre los que apenas pintamos nada. Porque quien no trabaja sólo tiene derecho a esperar que alguien le contrate, aunque no pocos aceptan hacerlo sin papeles, o a esperar el turno de sellar su hoja de desempleo, cada tres meses, y, en el mejor de los casos, a un subsidio de risa o cobrado siempre a destiempo. Y, en el peor, a enfrentarte a la miseria y a la muerte. Así y todo, me considero agraciado por poder cobrar este mísero subsidio de desempleo que me permite malvivir a duras penas. Otros hay que, sin poder demostrar su condición de parados, son incapaces de subsistir y de mantenerse a flote.

viernes, 23 de marzo de 2007

23 de marzo.El misterio a descubrir

En la última entrevista, inacabada, con Juan Luis Cebrián, le preguntaba por su opinión sobre el sensacionalismo en la prensa. “El sensacionalismo como tal –me contestó–, desde el punto de vista moral, me parece negativo. Desde el profesional, me parece lícito para los periódicos que lo practican. Por supuesto que no es un reflejo de la realidad desde el momento que trata de deformar, caricaturizar o explotar un aspecto de la realidad en perjuicio de otro. Pero yo creo que hay periódicos más sensacionalistas que otros. Lo esencial es la honestidad en el tratamiento de la información. Honestidad que es difícil de medir en un solo acto. A lo largo de un determinado tiempo se puede saber cuál es la actitud ética de un periódico con respecto a otro”. Fue todo lo que pude conseguir de este periodista considerado como adalid de prensa seria y comprometida. Un periodista que, según Francisco Umbral, desde la columna de El Mundo, es “la más hermosa conjunción de periodista bancario o de ángel revolucionario del 82 que se ha cogido las alas en la puerta giratoria de un Banco”.

Juan Luis Cebrián, uno de los hombres de Polanco, ha sido duramente criticado por profesionales como Martín Prieto en un artículo de Tiempo titulado ”Polanco tiene un muerto en el jardín” al que ni se molestó en responder. “Dirigió –dice de él– un periódico que no sabía cerrar, despreció a todo el mundo, dejó sembrado el camino de cadáveres y se dedicó a borrar todas las huellas de quienes cabalgaron junto a él… Luego, se decidió a torear el solo, con la Radio El País, cientos de millones por aquí, con el semanario El Globo, miles de millones para allá… No sé si es churrigueresco, pero, desde luego, este cantamañanas lo que resulta es muy caro. Saber por qué Polanco sufraga sus desvaríos de tonto “pitiminí” con ínfulas británicas es el gran misterio a desvelar”…

Por cierto, años más tarde, Juan Luis Cebrián publicaría sus novelas en una editorial de Polanco y ambos serían nombrados miembros de la Real Académicos de la Lengua.

jueves, 22 de marzo de 2007

22 de marzo. Periodistas y políticos

A medida que la última entrevista con Juan Luis Cebrián avanzaba, notaba cómo se iba calentando y llegaba a conclusiones personales sorprendentes.

Primero, me reveló que nadie cuenta lo que pasa. Y luego, que no conocía a nadie que no hubiera mentido en su vida, fuera político o periodista, arquitecto o leñador, como dice la canción. “No creo que sea cierta esa definición de que la misión de los políticos sea engañar y la de los periodistas, decir la verdad. No tengo esa visión tan peyorativa de los políticos ni tan idealista de los periodistas. La cantidad de periodistas que mienten y manipulan a diario, al margen de la enorme cantidad de los que se equivocan por ignorancia, por falta de trabajo o de atención, es también inmensa”.

Aclaró que no es que ambas profesiones tengan objetivos distintos y contradictorios porque, en cierta medida, ni la política ni el periodismo eran profesiones estrictamente hablando. “Lo que pasa es que están ubicados en posiciones diferentes. Obviamente, el Poder trata de ocultar lo que le perjudica y una de las misiones de la prensa y de los periodistas es desvelar informaciones interesantes y útiles para los ciudadanos, aunque perjudiquen al Poder. Y ahí entran en conflicto. Pero esta visión tan angelical de los periodistas y tan demoníaca de los políticos, desde luego no es compartida por mí”.

Pero, evidentemente, políticos y periodistas, aunque sean del mismo partido, no siempre coinciden. Como muestra, baste con recordar lo que ya sabemos: que la opinión de Cebrián sobre la democracia no coincide con la de Rodríguez Zapatero. Este le espetó hace unos días: "Tú no has entendido lo que es la democracia"

miércoles, 21 de marzo de 2007

21 de marzo. El joven Maura

En mayo de 1976, salía al fin El País, con ciento setenta mil ejemplares. En el periódico, Cebrián era conocido con el mote de “Joven Maura” porque, en el comienzo de la transición, decían que iba a ser el salvador, el democratizador y el modernizador de la derecha española. De hecho, en las primera elecciones generales, le propusieron ir en dos listas distintas. “Nueva Generación –me contó–, la sociedad que yo tenía con Ignacio Camuñas y otras gentes, decidió crear un partido político. Nos reunimos en Ávila un fin de semana antes de la muerte de Franco, Ignacio Camuñas, Rupérez y un grupo de unos treinta. Pero, tras mirarme en el espejo, me entró tanta risa que llegué a la reunión y dije que fundaran ellos lo que quisieran pero que yo no entraba en eso, que me daba mucha vergüenza. Y el partido se fundó sin mí”.

Cebrián me confesó que El País había tenido serios problemas con el Gobierno socialista. “Obviamente –me reveló años antes de que el PP ganara las elecciones–, éste ha tenido un nivel de presión y de intervención, pero ha respetado mucho más el juego democrático. Ha recurrido mucho menos al Fiscal y, cuando lo ha empleado, lo ha hecho tan equivocadamente como en el caso de la querella contra El Mundo o la interpuesta contra mí por Barrionuevo, en la que le salió el tiro por la culata. Siendo Ministro del Interior, me llevó a los Tribunales y tuve que sentar a cuatro ministros amigos míos para demostrar que mis ataques no iban dirigidos personalmente contra él, sino por la manera de llevar el Ministerio del Interior. O sea, que hemos tenido enfrentamientos muy fuertes. Lo que sí digo es que los socialistas privatizaron la prensa del Movimiento, cosa que no había hecho ni la UCD ni la derecha. Y produjeron un fenómeno de liberación en la prensa. Fueron mucho más intervencionistas en la radio y televisión. Y creo que con muy malos resultados para ellos”.

Ya entonces le preguntaba por su postura en el caso de que mañana la derecha ganara las elecciones. ¿Podría El País llegar a flirtear con un gobierno de derechas como lo había hecho con el PSOE?. “Los periódicos –me corrigió paternalmente– no flirtean con los Gobiernos. Lo que pasa es que los grandes periódicos, sea El País, ABC o La Vanguardia, son instituciones, además de periódicos, y generan siempre un conflicto de poder. Entonces es obligación de estos periódicos tener relaciones con el Poder y, al mismo tiempo, distanciarse del mismo. Hay una contradicción en esos grandes periódicos institucionales que, por un lado, tienen que estar fuera de Palacio, y, por el otro, en cierta medida forman parte del mismo. Es una contradicción con la que tienen que vivir y saber sobrevivir”.

martes, 20 de marzo de 2007

20 de marzo. La prioridades de Cebrián

A lo largo de mis años de periodista en activo, nunca me he entrevistado con Polanco, pero sí, y varias veces, con Cebrián, su consejero editorial del Grupo Prisa y brazo derecho. Pero siempre con la mala fortuna de interrumpirlas antes de terminarlas, por falta de tiempo por su parte. La primera vez, en 1981, creo recordar, en Menorca, donde veraneaba. Y la última, en 1995, en Madrid.

Tímido y reservado en sus contactos personales, agresivo y polémico cuando le sacan de sus casillas o está a la defensiva, Juan Luis Cebrián es el único de los periodistas seleccionados para mi frustrado libro “Periodistas de oro y otras calderillas” que entrevisté sólo a medias. En las primeras ocasiones, en Menorca, fueron escasas las preguntas contestadas por una supuesta escasez de tiempo en pleno verano. En Madrid, antes de que llegáramos a completar la entrevista, tuve que esperar mucho tiempo. Sólo una vez conseguida la cita, la interrumpió con varias llamadas telefónicas, hasta que me propuso continuar la entrevista en un próximo encuentro.

La fecha fue varias veces pospuesta, quedándose definitivamente en el aire. Meses o años después, ante la imprecisión del encuentro prometido, decidí olvidarme del mismo antes de darlo por zanjado. Fue el único de los trece periodistas seleccionados para mi libro que dejaba inacabada una entrevista. No tengo ninguna de que, si, en lugar de ser un periodista quien fuera tras él, hubiera sido un banquero, no le hubiera dejado con la palabra en la boca. Me consta que, como miembro que Cebrián es del consejo de administración de Bankínter, nunca los dejó con el culo al aire. Lo que permite adivinar sus prioridades.

Cebrián proviene de la clase media típica del franquismo. Su padre era director del periódico “Arriba” y había trabajado toda su vida en la prensa del Movimiento. Era Juan Luis un muchacho muy religioso en el colegio, metido, según me explicó, en los rollos esos de los curas. “Hablando con mis padres, decidí que, antes de tomar una decisión de este tipo, primero ingresaría en la Universidad. Por eso estudié Filosofía, para tratar de ganar tiempo, y Periodismo, porque me divertía y me apetecía”. Había cursado estudios en el colegio de los Marianistas, con su culto a la Virgen, y allí dirigió, a los quince años, su primer periódico: ”Yo soy pilarista”. Era la revista del Colegio que asimismo fue dirigida por Ansón, Javier Rupérez e Ignacio Camuñas.

Gracias a la amistad con éste, en 1973, dirigió Gentleman, en la línea de Play Boy, pero a la española, en un momento que ésta revista con nombre masculino no se podía vender en la España de Franco. Estuvo un año y pico de director hasta que Pío Cabanillas le ofreció la dirección de los informativos de TVE. Fueron siete meses complicados, con la oposición enfrente y con continuas trifulcas entre los falangistas, que creían que Cebrián era comunista, los franquistas y los aperturistas del Régimen. Al día siguiente de que Pío Cabanillas cesara, Cebrián dimitía definitivamente de su cargo.

Manuel Fraga, en sus “Memorias breves de una vida pública”, cuenta que, en un almuerzo con él en Londres, donde ejercía de embajador, Cebrián le pidió la dirección de El País, le prometió que el periódico sería liberal, avanzado, y que “no entraría en él ni un solo marxista”. Cebrián comenta así su versión del caso: “Es verdad que, en una de las visitas que yo le hacía por otros motivos, coincidiendo con uno de los viajes a Londres, un día me dijo que me iban a ofrecer la dirección de El País, yo creo que, por tratar de apuntarse él el tanto, aunque me la ofreciera formalmente José Ortega. Con él y con Jesús Polanco, empecé a trabajar desde antes del verano de 1975, con Darío Valcárcel en el proyecto, y pese a las dificultades políticas puestas por Arias Nararro para el que yo era una persona non grata y un ‘comunista’. Pero, una vez muerto Franco, todo cambió y, en diciembre, firmaba mi contrato como director con Jesús, entonces consejero delegado”.

lunes, 19 de marzo de 2007

19 de marzo. El polanquismo

En el 1999, cuando acabé de leer “El negocio de la Libertad”, libro editado por Foca, en el que se hace una definición del empresario del Grupo Prisa, Jesús Polanco, ya sospechaba muchas de las cosas que Jesús Cacho apunta con acierto. –entre Jesuses anda, por lo visto, el juego–. “En Jesús no hay ideología –decía Cacho–, sólo dinero. Sólo importa la cuenta de resultados. Lo expuso públicamente en uno de los consejos de administración de ‘Prisa’: ‘Yo soy un puto y me acuesto con Suárez, con Calvo-Sotelo o con González. Me acuesto con quien me convenga’… A cambio, Polanco y su grupo conseguirán pingues beneficios en un do ut des muy rentable para el ‘amo’: La SER, Canal Plus, Antena 3 Radio, Cable Visión, créditos FAD, libros de texto, por no hablar de la información privilegiada, de primera mano, que a veces llegaba a la sede de Miguel Yuste con motorista oficial, y del maná de la publicidad institucional que tan decisivamente contribuyó a embellecer las cuentas de resultados del Grupo, mientras discriminaba a otros medios, caso del ABC, siempre, y de El Mundo, desde su aparición”.

Jesús Polanco era y sigue siendo hoy, de acuerdo con un el ranking elaborado por Actualidad Económica, el empresario más rico de la Bolsa española, habiendo desbancado a la primera inversora del mercado bursátil: la familia Botín. A través de las compañías Timón y Promotora de Publicaciones, el empresario cántabro controlaba el 64,365 % del capital de un grupo multimedia.

Personaje que ha acaparado las críticas más fuertes por parte de los mismos periodistas, Polanco habría declarado en alguna ocasión, siempre según Cacho: “Los poderes más importantes de España son el Gobierno y Prisa. Y el Gobierno lo hemos nombrado nosotros y durará hasta que queramos”. Se refería al primer gobierno socialista que se mantuvo más de una década en el poder. Sólo uno de los fundadores de Prisa, José Ortega Spottorno, sigue en el Consejo de Administración, arrinconado en la presidencia de honor. “Ninguno ha sobrevivido al empuje del tándem formado por Polanco y Cebrián –sostiene Cambio 16–. Los dos juntos han hecho un periódico a su medida, han disuelto a la Junta de Fundadores y han modificado los estatutos de tal forma que la idea romántica del servicio a la sociedad que inspiró el nacimiento del periódico se ha difuminado”.

Hoy Jesús Cacho dirige El Confidencial –wwww.elconfidencial.com–, desde el cual se puede seguir la evolución de la prensa y los tejemanejes vividos al momento. En este periódico de Internet nos enteramos de que el pasado 17 de enero, a la salida de una conferencia que el presidente del Gobierno había pronunciado en Madrid ante 850 personas, entre políticos, empresarios y periodistas, José Luis Rodríguez Zapatero respondía al saludo del consejero delegado del Grupo Prisa y aprovechaba para reprocharle cortésmente: “Tu no has entendido lo que es la democracia como yo la entiendo” Era la primera vez que el presidente se encaraba con un periodista por criticar su gestión. La víspera, Cebrián había publicado en El País un artículo de opinión en el que acusaba a Zapatero de “impostación abusiva”. En el artículo, titulado “El equilibrio y el director de orquesta”, Cebrián defendía esa delegación de soberanía -la capacidad de “subirse al podio y agitar la batuta”- y pedía también el regreso al consenso entre PSOE y PP en materia antiterrorista.

“Muy cercano a Felipe González durante su gestión –continúa informando El Confidencial–, Cebrián no mantiene una buena relación con el actual presidente. En cambio, Zapatero mantiene una especial sintonía con el heredero de Polanco, su hijo Ignacio -vicepresidente de Prisa-, o el sobrino Javier Díez Polanco, consejero delegado de Sogecable, entre otros. Y se da la circunstancia de que ese grupo está inmerso en una lucha de poder entre los herederos de Jesús de Polanco y Cebrián y González, que han montado un eje de acero para hacerse con el control de Prisa. Al mismo tiempo, el presidente del Gobierno suele estar en contacto con el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez. El puente entre el director del periódico de Pradillo y el presidente del Gobierno ha sido tendido de forma especial por Óscar Campillo, el director de la edición de este medio en Valladolid. Campillo es amigo personal de Zapatero, en realidad su primer biógrafo, y suele resolver malos entendidos entre ambos”.

viernes, 16 de marzo de 2007

16 de marzo. La España del golpe de suerte.

En los últimos años, y bajo gobiernos tanto socialistas como de derechas, la España de la esperanza y del golpe de suerte se ha entregado a toda clase de juegos de azar, multiplicando la publicidad de los mismos en todos los medios. Y ha creado con cierto mimo el mito de la fortuna que toca semanalmente a la puerta y apacigua los ánimos, encrespados por un malestar creciente y una miseria corrosiva.

Cada español que nace es un futuro ludópata y no se conforma con los sorteos más importantes –el de Navidad, el del Niño y el de los extras que, por unos días, hacen soñar a los españoles–, sino que prueba fortuna en la menor ocasión. Alentado por un Estado de derechas, izquierdas o de centro, que no cesan de proponer este sueño insatisfecho, el pueblo sigue creyendo cada vez más en los golpes de suerte. Necesita confiar cada vez más en ellos y se deja engatusar por las máquinas tragaperras, las rifas clandestinas, el juego ciego del bingo o de la ONCE, la “loto” o las quinielas...

Los participantes de estos juegos de azar se dedican durante la semana a imaginarse lo que harían si la suerte por una vez les acompañara. Hasta que llega el momento esperado y vuelve el desengaño. Pero, muy pronto, invadido por la sacrosanta publicidad, el español cae de nuevo en la tentación de creer en la fortuna y vuelve a intentarlo. Así semana tras semana, mes tras mes, año tras año.

Frecuentemente, la conversación se monopoliza en torno al plante que cada cual haría en su lugar de trabajo si la suerte se liara por fin con uno. Muy pocos, por no decir ninguno, estarían dispuestos a seguir trabajando si les tocara el gordo. Y, curiosamente, el ingenuo español, obligado a aceptar su trabajo y su medio de vida, y alentado por la propaganda que el mismo Estado no deja de sostener, sigue soñando, soñando y soñando.

De esta manera, España se ha convertido en un inmenso casino alentado y potenciado por el Estado, en donde mezquinos como yo, que habitualmente no juegan un céntimo, somos parte de la España miserable, fracasada y desplazada que no tenemos ningún futuro ni contamos para nada.

miércoles, 14 de marzo de 2007

14 de marzo. El Butanito.

Nace en Madrid, en noviembre de 1944, pero se siente asturiano de corazón. Su madre y sus abuelos, son de Asturias. Incapaz de apuñalar a nadie por la espalda, te mira a la cara, buscando la sinceridad. A los doce años, descubre que le gusta contar cosas y decide ser contador de realidades. Más que inteligente es listillo. Pero, sobre todo, inquieto y travieso. Es un estudiante regular. Aprueba con dificultades. Pero le encanta practicar, ver y describir el deporte. Juega bastante bien y es un gran aficionado al periodismo. ¿Adivinan de quién estamos hablando?

A los 18 años se presenta en Radio España de Madrid en donde emiten el programa “Quien cantó los cuarenta”, una especie de estudio sociológico, y enseguida le fichan. Luego, Emilio Romero le contrata en Pueblo, en el que disiente con el jefe de la sección deportiva, Miguel Ors, con quien pasan ciertas cosas desagradables. En 1963, se sienta por primera vez, ante los micrófonos de Radio España y, poco después, se convierte en reportero del programa de Bobby Deglané, su gran maestro. Pero su voz amariconada, su dicción imperfecta y su baja estatura le obligan a refugiarse “full time” en el periódico Pueblo, aunque sigue haciendo algo para televisión, siempre con su chubasquero y su gorro color butano. De ahí el apodo, “El Butanito” que se gana a pulso.

De l972 a 1982, trabaja en “Hora 25” de la Cadena Ser. “Fue una etapa muy dura –me comentó en 1993, cuando, al fin, tras una espera de medio año, lograba entrevistarme con él– porque entonces funcionaba la censura y teníamos que mandar los guiones con 24 o 48 horas de antelación, incluso los de deportes. Lo que pasaba es que casi nunca coincidían las preguntas enviadas a la censura previa con las que hacía a los personajes. Pero teníamos que cumplir con ese trámite”.

El 23 de febrero de1981, cuando se produce el intento del golpe de Estado, no duda en salir de su despacho con un micrófono para entrevistarse con los políticos cerca del Congreso.”Me ofrecí a llevar una de las unidades móviles hasta el Hotel Palace. Y, al llegar al primer control de Policía, como era muy popular y había mantenido una lucha titánica con Pablo Porta, el famoso Pablo, Pablete y tal, me aproximé a un capitán quien, tras saludarme, me preguntó: ¿A dónde vas, José María, si aquí no está Pablo Porta” Pero me dejaron el paso libre sin ofrecer resistencia y pude colar la unidad móvil desde donde empecé a trabajar. Facilité todas las informaciones hasta que, a las dos y media de la madrugada, recibí una llamada de Tomás Martín Blanco, quien me dijo que los redactores de nacional se mostraban un tanto recelosos de mi presencia porque estaba acaparando mucho la atención. Así que cogí y volví a la redacción, desde donde me entero que a Tierno Galván le ha dado un amago de infarto. A las seis y media de la mañana, anunciaron que había que llevar otra unidad móvil porque estaba mal. Y me atreví a llevarla yo, advirtiéndoles “Voy, pero no me muevo” Y allá estuve hasta el final”.

En 1982, al estar obligado a no poder hablar del entonces ministro de Cultura, Pío Cabanillas, decide abandonar la emisora. Aconsejado cordialmente a no hablar de él, se despide diciendo: “Señores oyentes, como habrán observado, del señor Cabanillas, ni pío”. En vísperas del Mundial de Fútbol en España, pasa a la revista “Interviú”, en donde dirige un suplemento en el que se vestía cada semana a un político de futbolista. Y de ahí, a los seis meses, a “Antena 3”. “Sí –nos contestó, entonces–, tuve muchos y grandes deseos de dedicarme al periodismo que aún no había hecho. Y pienso hacerlo antes de morirme. No se trata de periodismo político, sino de información general”. Veinticinco años después, tras un periodo de cinco años de silencio, declara ante Jesús Quintero: “Quiero volver para hacer un programa plural de política y otro de investigación”.

El 4 de junio del 84, “Butanito” era condenado por la sección 5ª de la Audiencia Provincial de Madrid a la pena de dos meses y un día en cumplimiento de un delito de desacato por haber llamado “payaso” al entonces ministro de UCD, Pío Cabanillas. La sentencia dictaba la “remisión condicional”, es decir, el incumplimiento de la condena, si no volvía a delinquir. José María García me explicaba así lo sucedido: “Cuando fue nombrado ministro responsable del Deporte, me llamó a su despacho para decirme: ‘Lleva usted una campaña tremenda sobre la utilización que hacemos de los polideportivos y además sobre el abuso que los políticos cometemos. Yo le puedo prometer que esto no volverá a suceder y que los pocos recintos que hay cerrados van a ser para el deporte y no para los políticos. Doy las órdenes oportunas a mi Director General para que esto no vuelva a suceder’. Tres meses más tarde, Píos Cabanillas cierra un polideportivo en Galicia en un fin de semana para dar un mitin político. Le permite dar otro a Fraga. Y el palacio de Deporte madrileño queda cerrado durante unas vacaciones para el circo. Entonces le llamé ‘payaso’

Tres años después, el 25 de noviembre de 1987, la Audiencia Provincial de Zaragoza dicta contra José María García otra condena por desacato, al haber acusado a José Luis Roca, ex presidente de la Federación de Fútbol y diputado en las Cortes de Aragón, de cobrar indebidamente dietas por importe de 600.000 pesetas. El Tribunal Constitucional rechaza el 6 de junio de 1990 el recurso interpuesto, lo que supone el cumplimiento en prisión de la pena impuesta, dos meses, y la reapertura de la condena en suspensión que pesaba sobre él desde 1984. “Yo creo que no estoy en la cárcel –comenta García– porque tuve la inmensa fortuna de que el juez entendiera que él no me iba a meter en ella para que el Consejo de Ministros me sacara.. Y, dentro del cumplimiento estricto de la Ley, intento dilatar al máximo mi ingreso en la cárcel para que el indulto del Consejo de Ministros llegara a tiempo”. No es que el Butanillo prefiera estar de pie en la cárcel que de rodillas en la calle. No, prefiere estar absolutamente de pie en la calle. Y se le inmutan estas dos condenas por la multa de 300.000 pesetas cada una y la condición de no volver a delinquir en el tiempo normal del cumplimiento de la condena. “Además –añade, convencido –, lo más fácil del mundo es presentar una querella”.

A lo largo de estos años, el Butano saca del riquísimo vocabulario español, más rico que otros idiomas, que por cierto no habla, una serie de adjetivos, fuertes e inhabituales, que utiliza habitualmente en su programa. Se le oye repetir habitualmente en las ondas: “ineptos”, "caciques", “capitostes”, “incapaces”, “mangantes”, “golfos”, “vividores”, “sinvergüenzas”, “figurones”, “politicones”, “gorrones”, siempre dirigidos a alguien en concreto. “Yo no me he inventado nada –se justificaba– Cuando le llamas a alguien ‘abrazafarolas’ o a un árbitro ‘chufletero’ evidentemente, él sabe lo que estás llamándole, porque no es lo mismo silbar que suflar.

Recuerdo que, cuando le mencioné lo que se había dicho de él, el profesional mejor pagado del periodismo, de “voz aflautada, antibarcelonista, visceral, ultraconservador y adorador de sí mismo”, se levantó de golpe para preguntarme quién lo había dicho. “Alguien cuyo nombre no recuerdo en estos momentos”, le contesté. “Pues seguro que no me conoce”.

Antes de despedirnos, le recordé lo que había dicho en una entrevista, en 1983: “Me imagino que, a menudo que el tiempo avanza, poco a poco, la situación irá cambiando y no estaremos siempre en un reinado de caciques, de ineptos y de capuchones”. Aproveché para preguntarle: “¿Crees que esto ha cambiado o sigue igual?”. Me contestó escuetamente: “Yo creo que estamos peor”. Me figuro que la misma respuesta le hubiera dado el otro día a Jesús Quintero, si éste se lo hubiera preguntado.

lunes, 12 de marzo de 2007

12 de marzo. José María García quiere volver

Tras la censurada entrevista de Jesús Quintero a José María García, el Butanito ha vuelto a la actualidad provocando con sus declaraciones una gran polvorera. Es el 21 de febrero cuando TVE decide no emitirla porque “no vierte opiniones sino insultos, descalificaciones y ataques a terceras personas”. Y la voz de García sólo se oye unos minutos, cortándose el resto de sus palabras. Lo que no impide que dicha entrevista no sea conocida, incluso más que si se hubiera emitido en la televisión pública. Son los pequeños trucos que transforman la censura en lo contrario de lo que persigue.

José María García no volvía a conectar con sus oyentes “por no querer hacer un daño irreparable al PP y un beneficio que no merecía al PSOE. Por eso –aseguraba el pasado 23 de febrero a Jesús Quintero– decidí guardar silencio hasta hoy”. Pero, justamente, en ese momento en que habla en TVE, se le censuran sus declaraciones: “Los políticos, sean del signo que sean –aseguraba el ex locutor–, no quieren periodistas; quieren aduladores, taquígrafos, amanuenses y pringados” Y declaraba querer volver para devolver un poco a la sociedad “lo mucho que me ha dado, y quiero traer un programa plural en lo político y otro de investigación”. De esta manera entendía que el periodismo libre volvía a empezar ahora, si él volvía. O todo, con García, o nada, sin él.

Durante treinta y cinco años, hasta el adiós dado el 7 de abril del 2002, fue el látigo de los que vivían a cuerpo de rey a costa de un deporte extremadamente politizado que enriqueció a unos pocos y condicionó a la mayoría. Fue la voz más temida por esa casta que él no dudaba en apodar de coleópteros, la más escuchada en las ondas a partir de la medianoche, arremetiendo una y otra vez contra los capitostes deportivos. Y ante un público compuesto por campesinos o por ciudadanos sedientos de cierta crítica, se crecía y rompía los corsés. El público le aplaudía en cada frase, le ovacionaba con fuerza, vibraba con su voz aguda, cargaba de adjetivos y de epítetos hacia los dirigentes deportivos.

Algunos le criticaban cuando conocían lo que ganaba. Pero él, lejos de amilanarse, se envalentonaba más. “Yo he estado en un pueblecito, ganando siete mil pesetas al mes –me recordaba–. Y he batido todos los records de reportajes. Escribía de deportes, de sucesos... A mí me hace mucha gracia la gente que dice que, ganando los millones que yo gano, ya se puede hablar así. Pero es que, cuando ganaba seis o siete mil miserables pesetas, ya hablaba igual que ahora...”

Algunos le sugerían que se presentara como dirigente, pero él no quería perder el carisma, algo más importante en aquel momento que el dinero, el poder o cualquier cosa. “Ese poder hablar –repetía, convencido– y que diez millones de personas te escuchen cada noche, asentando embelesados, ¿acaso no vale más que un ministerio? Y su voz aflautada sonaba una y otra vez con machacada insistencia en las ondas. Una voz que conseguía resonar como una campana que instara a los oyentes que creyeran en el dios García.

En toda la geografía hispana se repetía el fenómeno típico de los predicadores americanos. Durante años, en la Ser, en Antena 3 y en Radio Popular, José Maria García fue masivamente escuchado en la medianoche, llegando a ganar el triple que los mejores comunicadores norteamericanos. Él era el único locutor con agallas frente a los gerifaltes del deporte, el que sacaba cada noche sus trapos sucios en las ondas, el predicador que ampliaba su feligresía, sus adictos, sus amigos, admiradores y enemigos acérrimos, encandilando al público en época de grandes silencios y de escasas críticas y creciendo su fama y cotización, hasta llegar a 1500 millones de pesetas anuales de cotización.

García era a nuestra radio, según comentó I. Ruiz Quintano, lo que Cervantes a nuestra literatura. Y los auriculares terminaron por afectarle los tímpanos de su sensibilidad. Pero, al mismo tiempo que su popularidad crecía en torno a él, abriéndose cada vez más puertas, cerraba las suyas a los compañeros que se interesaban por él y pretendían entrevistarlo. Recuerdo que, durante seis largos meses le estuve persiguiendo para mi libro “Periodistas de oro y otras calderillas” hasta que, al final, cedió y me abrió sus puertas. Fue en 1993 y resumo lo más selectivo de esta entrevista con el Butanito, comparándola con lo declarado por él hoy en día, censurado por la TVE. Pero mejor que lo dejemos para otro día.

viernes, 9 de marzo de 2007

9 de marzo. Lo que no cuentan los periódicos.

Hay épocas en que me harto de leer en la prensa noticias que, primando la actualidad, llegan a extremos irrisorios, como el subrayar cualquier chorrada pronunciada por un famoso o el dar relieve e importancia a cualquier hecho intrascendente, como el traspié de la reina, mientras se olvidan o menosprecian otras como la de la situación de los parados o la protesta de trabajadores de prensa ante la política de las empresas, que despiden a sus empleados considerados más incómodos, cerrándose en banda ante cualquier reivindicación y haciendo oídos sordos a las protestas de la mayoría.

Contra estas desavenencias sociales, a menudo recuerdo la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, aprobados en la Asamblea Nacional francesa. Sobre todo el artículo XI, en el que se proclama la libre comunicación de pensamientos y de opiniones, uno de los derechos más preciados del hombre (“Todo ciudadano puede hablar, escribir, imprimir libremente...”) Pienso que, pese a ser aprobados en agosto de 1789, estos derechos siguen cojeando en no pocas redacciones de periódicos y revistas de este país.

Harto y cansado me hallo de una prensa, obsesionada por lo que pasa en el último momento, y de unas radios y televisiones fascinadas por cierta actualidad, pero que se olvidaron de las causas, motivos, orígenes o consecuencias de los hechos, siempre elegidos según el interés de la empresa periodista y no del periodista que la escribe, del lector, vidente u oyente. De ahí el que cada vez me apetezca menos leer lo que les interesa a las empresas editoras y no al público lector.

Sólo a mis gatos, resguardados en noches de invierno en su casita de madera, les interesa tener periódicos, sin importarles ni el día ni los acontecimientos publicados en ellos. Colocadas en el cajoncito apropiado para el caso, sus páginas, llenas de tinta y de verdades a medias, les sirven para hacer sus necesidades. ¡Qué les importa a ellos si las noticias están enfocadas de una manera o de otra, o si están escritas por lumbreras o por patanes! Con tal de poderse espatarrear en esos papeles impresos y dejar sobre ellos sus caquitas, se conforman y hasta agradecen que se los pase, sin importarles que las noticias sean frescas o pasadas, de aquí, de allá o de ninguna parte. Sólo entonces la prensa que compro sirve para algo útil, al menos para esos felinos que disfrutan de su rinconcito, siempre a punto para sus necesidades.

miércoles, 7 de marzo de 2007

7 de marzo. Dudas que ofenden.

Ciertamente, el malabarismo político de los últimos años ha recobrado fuerzas y roto todas las expectativas. ¿Quiénes promovieron la petición de gracia de Marc Rich y enviaron misivas a Bill Clinton, intercediendo por su indulto? Nada menos que Ehud Barak entonces primer ministro de Israel; Simón Pérez, premio Nobel de la Paz; Shabtai Shavit, ex director del Mosad; el alcalde de Zurich; Shlomo Ben Ami, entonces ministros de Exteriores de Israel y ex embajador en España; el director vitalicio de la Orquesta Filarmónica de Israel, Zubin Mehta y un largo etcétera. Pero, ¿adivinan quiénes estaban entre las personalidades españolas que intercedieron fervientemente por él ante el presidente de los EE.UU? Fernando Fernández Tapias, naviero y vicepresidente de la CEOE y del Real Madrid; Camilo José Cela premio Nobel de Literatura, en su condición de responsable de la Fundación Marc Rich de España y... ¡tal como lo leen! ... la princesa Irene de Grecia, hermana de la Reina Sofía, como presidenta de la organización benéfica española Mundo en Armonía y el Jefe del Estado español en persona, Juan Carlos de Borbón y Borbón.

Algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca. He aquí algunos puntos oscuros presentados por la prensa americana: cuatro días antes de que el presidente Clinton concediese el perdón a Marc Rich, el amigo personal del Rey, John Brademas, ex congresista y presidente del centro Juan Carlos I de la Universidad de Nueva York, informó a la casa Blanca que don Juan Carlos estaba “interesado” por la suerte del empresario prófugo de la Justicia americana; John Podestá asegura que Brademas habló con él para mostrarle la preocupación de don Juan Carlos. Fuentes oficiales de la Zarzuela desmintieron que el Rey hubiera intercedido a favor del indulto. Por lo visto, un desmentido y unas declaraciones de buenas intenciones pesaban oficialmente más que las declaraciones de estos “malos y perversos” americanos.

Por supuesto que Marc Rich traficó con petróleo embargado en Nigeria. Lo curioso es que era el monarca Juan Carlos I quien ejercía de intermediario entre los productores embargados y el propio Estado español. Valga como dato que el Borbón contactó con los responsables nigerianos para pedirles el rescate de un naviero español que resultó apresado cuando traficaba con crudo en aquel país. La conexión de Rich con La Zarzuela se amplía y ramifica a través de su asociación comercial con Luis Gómez-Acebo, casado con Pilar de Borbón, hermana mayor de Juan Carlos y, por lo tanto, cuñado del monarca. Claro que el “Goldfinger” del que hablamos supo dar un efectivo golpe de efecto, creando la “Fundación Rich”, presidida hasta su muerte por el flamante marqués de Iría-Flavia, Camilo José Cela, y en la que colaboraron activamente la mismísima reina Sofía y su hermana Irene de Grecia.

En marzo del 2001, el ex presidente norteamericano, Bill Clinton era acusado de haber concedido el controvertido perdón a Marc Rich, quien huyera de los EEUU para no enfrentarse a un juicio en el que se le acusaba de fraude, de traficar con petróleo con el enemigo (Irán) y de conspiración. Claro que Rich tuvo que renunciar a la nacionalidad estadounidense y se quedó con la israelí y la española. Aquí, creó la Fundación Rich en la que Camilo José Cela era miembro del consejo de la Fundación y estrechó lazos de amistad con el propio Rey, inculpado por John Podestá, ex jefe de Gabinete de Clinton.

Clinton justificó su medida de gracia con el pretexto de que la causa abierta contra Rich era “extremadamente dura e injusta”. Me imagino que las personalidades españolas interesadas por su caso opinaron lo mismo, sobre todo, los que recibieran idénticos favores de tan generoso personaje. En la prensa española casi nadie se preocupó de investigar sobre estos personajes, como es habitual en otros casos. Y los que firmaron las doscientas cartas de solicitud de clemencia, cursadas por el abogado de Marc Rich, ni fueron objeto de inspección ni menos aún de crítica.

Los congresistas americanos sospecharon que Clinton concedió la amnistía a cambio de las generosas donaciones que Denise Rich, ex esposa del empresario, entregara a la campaña electoral demócrata, a la Biblioteca Presidencial que Bill Clinton se estuvo construyendo y a Hillary, esposa del presidente. Y la fiscal de Nueva York, Marie Joe White, emprendió una investigación criminal. Por el contrario, el Fiscal Jefe español se hizo sordo y ciego y, ni siquiera con la sospecha levantada en los EEUU, que, por supuesto, existía, se planteó iniciar una investigación en torno a los personajes españoles implicados directa o indirectamente en el caso. Por algo hay ciertas personalidades que siempre son intocables y, como se suele decir, hay dudas que ofenden.

lunes, 5 de marzo de 2007

5 de marzo. De malo a ...


Marc Rich, un perseguido en su día por el FBI.


Marc Rich, el mayor traficante mundial de petróleo, prófugo de la justicia norteamericana durante 18 años, había figurado, desde 1983 hasta el 2001, en la lista de los diez hombres más buscados por el FBI, acusado de haber protagonizado la mayor evasión fiscal de la historia de EE UU y de burlar el embargo petrolero a Irán. El FBI había ofrecido por su captura una recompensa de 750.000 dólares.


Emigrado a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, Marc Rich se convirtió, a principio de los años 70, en el rey de la reventa de petróleo y alcanzó su primer billón de dólares durante la segunda gran crisis del petróleo, en 1979. En 1983, poco antes de ser condenado a 325 años de cárcel por la justicia americana por evasión de impuestos y tráfico ilegal de petróleo, se fugó de Estados Unidos y se refugió en España y en Suiza hasta la llegada del indulto presidencial en 2000.

Según publicaba Kale Gorria, revista de investigación y de denuncia social, Marc Rich, era un “delincuente de guantes inmaculados que escondían unas manos contaminadas hasta la náusea. Estaba acusado por la Fiscalía de Nueva York de más de medio centenar de delitos financieros, habiendo sido considerado culpable de evadir cerca de 50 millones de dólares en impuestos, lo que, además de situarle el primero en la lista mundial de defraudadores fiscales, le habría supuesto, de haber sido detenido, una condena superior a los tres siglos de reclusión”.


Pero, he aquí que, en el 2001, poco antes de que Bill Clinton, cesara como presidente de los EEUU, indulta a Marc Rich. El perdón, como establece la prerrogativa que permite a los mandatarios norteamericanos conceder el indulto en su postrera decisión presidencial, fue una medida muy criticada, bautizada por los medios de comunicación norteamericanos como el "Pardongate". La prensa de EE UU informó entonces de que Marc Rich había contribuido con fondos millonarios a las arcas del Partido Demócrata. Las grandes donaciones al partido democrático de su anterior mujer y madre de sus tres hijos, provocó que se afirmara que la amnistía había sido comprada. Sin embargo, el presidente Clinton dijo que la amnistía de Marc Rich se debió a la situación de los hechos y a que acusaciones similares habían sido procesadas por la vía civil (véase, entre otros, Sunday New York Times, 20 de febrero de 2001).


¿Y qué tiene que ver este personaje con nosotros? Pues, simplemente, que su vida de perseguido de la justicia americana fue apoyado por algunos de los famosos españoles de la época. Porque además de refugiarse en España, Rich consiguió la nacionalidad española que le brindaron Leopoldo Calvo Sotelo y su ministro de Justicia Pío Cabanillas. A mediados de la década de los 80, se hizo amigo de Javier Corcuera y de Enrique Múgica, por entonces titulares respectivamente de las carteras ministeriales de Interior y de Justicia, siendo presidente del Gobierno Felipe González. El FBI se quejó de que las autoridades españolas obstaculizaran las pretensiones de los federales de los EE.UU. de detenerlo y extraditarlo. Además, fue socio del fundador de la CEOE, el millonario judío Max Mazín.

Según Jesús Prieto y Cádiz Rebelde, sus negocios en el Estado español, pasaron por algunas "chapuzas" un tanto sorprendentes. Por ejemplo, estuvo implicado junto a Mario Conde en el affaire Banesto y fue socio de un condenado en la misma operación de estafa bancaria, el contrabandista Jaques Hachuel –propietario de la empresa H. Seguridad, utilizada frecuentemente por el Mossad –, con el que se vio involucrado también en el fraude del IVA que tuvo lugar en 1.990. Además, manejó el 2% del Banco Hispano Americano y ayudó a Bankinter a asaltar el mercado de la alimentación a finales de la década de los 80. Estuvo asociado a Caja Madrid, trató en vano de hacerse con Catalana de Gas y adquirió –esta vez con éxito– la cadena de hoteles Tryp, vendiéndola posteriormente al grupo Sol Meliá por 60.000 millones de pesetas.

Se calcula que el volumen anual de negocios del controvertido multimillonario hispano-norteamericano era de 13.000 millones de dólares. Era, además, el propietario de Crown Resources, la empresa rusa con sede en Suiza que fletó la carga del petrolero Prestige que provocó en las costas gallegas la mayor marea negra de la historia.

Hacia 1993, Mar Rich desapareció de España para instalarse en Zug (Suiza). “Este hábil pirata financiero que parece gozar de absoluta impunidad –sigue informándonos Jesús Prieto y Cádiz Rebelde–, maneja y domina las vidas y haciendas de importantes políticos y empresarios, gracias al complicado entramado que ha urdido a lo largo de los años y, fundamentalmente, a su proverbial carencia de escrúpulos. Estuvo involucrado en el cobro de lucrativas comisiones ilegales, en el blanqueo de cantidades astronómicas de dinero, en varios episodios de extorsión en distintos lugares del orbe, en el tráfico de armamento con destino a países africanos con conflictos y abrió fundaciones en Bosnia, Eslovenia, Croacia y Serbia. Con ellas se dedicó a comprar a periodistas y consiguió neutralizar a aquellos que osaron oponerse a sus planes”.

viernes, 2 de marzo de 2007

2 de marzo. Veinte años más tarde

Veinte años más tarde, ni Armada, ni Milán del Bosch ni Tejero, cabezas y artífices conocidos del golpe de Estado, seguían en la cárcel por ese delito. Todos disfrutaban de libertad y el Rey, “que había salvado a la democracia y se había opuesto tajantemente a los golpistas”, era puesto en entredicho por algunos.

Entre la riada de nuevos libros que salieron en el 2001 hablando de este tema, algunos pusieron en duda la participación real en esa noche. Amadeo Martínez, en su obra “23-F, el golpe que nunca existió”, aporta datos que implican al Rey en la frustrada aventura político-militar de Alfonso Armada. Se trata del coronel que fue encarcelado y apartado del Ejército por haber defendido la profesionalización de las Fuerzas Armada y, más tarde, asesorara a IU en asuntos de Defensa.

“O una de dos –escribe Javier Ortiz en el periódico “El Mundo”–: o Martínez Inglés se ha inventado lo que cuenta, en cuyo caso la Fiscalía debería actuar rápidamente y por oficio contra él, por difamación y libelista, o las informaciones que proporciona son verdad en lo esencial, en cuyo caso el titular de la Corona queda en una posición altamente comprometida. Porque, de creer a Martínez Inglés, el Rey estuvo conspirando con el propio Armada –viejo colaborador suyo– y con el entonces capitán general de Valencia, Jaime Miláns del Bosch –otro reputado monárquico– para que el Ejército diera un ‘golpe de timón’ que variara el rumbo de la política española al margen de los medios que la Constitución prevé para ellos. O una de dos: o el coronel miente en los puntos clave de su relato, o dice la verdad. En ambos casos debería producirse una reacción. Sería ridículo hacer como si todo eso no se hubiera publicado, negro sobre blanco”.

A cuatro lustros del golpe, se demostraba que los servicios de información del CESID también dieron cobertura a las maniobras golpistas de Armada y Tejero. Y algunos de los que formaron parte de la conjura, como el general de Brigada, Carlos Alvarado Largo, reconocen, cuando la rebelión del 23-F prescribe como delito y deja de ser perseguible por la Justicia, que también ellos participaron.