Tintín y otros personajes del cómic, en boga.
Entre sus ayudantes, Fanny Rodwell, que pronto será su segunda esposa. El divorcio con la primera significa para el católico Hergé una profunda crisis. Durante años, atraviesa un desierto de pesadillas y remordimientos que desemboca en la creación de “Tintín en El Tíbet”, un álbum plagado de parajes oníricos y tonos blancos en el que muchos especialistas ven un retrato de su propio calvario. Luego, los homenajes se suceden. En 1976, se inaugura la célebre estatua de Tintín y Milú, en Bruselas, y, en 1982, la Sociedad Astronómica Belga decide bautizar con el nombre Hergé un planeta situado entre Marte y Júpiter, descubierto en 1953 por el astrónomo Silvain Arend. Finalmente, el 3 de marzo de 1983, fallece de leucemia. Hasta los últimos días de su vida garabatea con ansiedad sobre las páginas de “Tintín y el Arte Alfa”, la que será para siempre su obra inacabada.
Hace poco, un estudiante belga puso una demanda contra las Aventuras de Tintín, acusándolas de “racismo colonial” ¿Era racista Hergé? ¿Había colaborado con el régimen nazi, desde las páginas de Le Soir? ¿Era, en el fondo, un antisemita? Lo cierto es que había sido educado en una férrea institución belga católica, conservadora –en donde el sacerdote director tenía un retrato de Mussolini en su despacho– y tenía ideas estereotipadas y mal concebidas sobre cualquiera que no fuera “europeo y católico”. Los “malos” de sus primeras historietas eran personajes con narices ganchudas y comportamiento delictivo. Años después, el mismo Hergé cambiaría estas historietas y eliminaría lo que podría ser tomado por anti-judío. Algo así ocurrió con “Tintín en el Congo”.
Tintin; el secreto del Unicornio, película en rodaje, protagonizada por Jaime Bell y dirigida por Steven Spielberg
Pasado mañana, 2 de junio, se inaugura, en la ciudad belga de Louvain-la–Neuf, el Museo de Hergé, padre del célebre reportero Tintín. Se trata de uno de los primeros centros dedicados en exclusiva al noveno arte. La primera piedra de la edificación fue colocada por Fanny Rodwell, presidenta de los Estudios Hergé y segunda esposa del artista, el 21 de mayo del 2007. El edificio, en forma de prisma que evoca vagamente la H del apellido del dibujante, cuenta con ocho salas y con un espacio de unos 4.000 metros cuadrados. Reúne unas 80 planchas originales y unos 800 dibujos, además de películas, documentales, objetos y documentos personales. El centro da a conocer “la obra de Hergé en toda su amplitud, que incluye a otros muchos personajes, además de sus creaciones como diseñador gráfico o publicista –explica Laurent de Froberville, director del museo–. Durante su visita, penetramos en su mundo, seguimos sus pasos a través de la Historia y vemos sus gustos y aficiones, como su pasión por los coches, los museos, los animales y los viajes”. Algunos bocetos y esquemas reflejan la elaboración de sus guiones, “concebidos como si fueran una película, con una puesta en escena de ritmo extraordinario, llena de momentos de tensión y suspense y seguidos de calma”.
Pero no todo el mundo tiene la suerte de ser Hergé. Más de 300 nuevos títulos de autores diversos reclaman un lugar en el mundo, como demuestra el 27º Salón Internacional del Cómic celebrado este final de semana en Barcelona. Aunque hay obras que sí despegaron con cierto empuje, como “Epiléptico. La Ascensión del Gran Mal”, uno de los cómics más relevantes de la historieta francesa de los 90, obra que encumbró internacionalmente al dibujante y guionista, David B. “Aprendí mi oficio y a dibujar de verdad con este libro –cuenta su autor–, al narrar la epilepsia de mi hermano”.
“El cómic –señala Javier Peinado, autor de “La tempestad”– es la forma más directa de contar una historia. Más incluso que el cine, que es más complejo. Y permite mayor libertad, sin acotaciones”. Otros, se quejan de la dureza del oficio. “En España –comenta Pere Mejan, ganador del Premio Josep Toutain y autor español revelación de 2008 por “La revolución de los pinceles”, firmada junto al guionista Josep Busquets– ahora mismo diría que es casi el trabajo peor pagado que hay. Te puedes tirar cinco meses trabajando doce horas siete días a la semana y luego te pagan 1.000 euros. En países como Francia es posible vivir de ello. Aquí es muy difícil”.
Antes de dar por finalizado este blog, volvamos al terreno del humor en las viñetas. Kap, sobre la legalización de la coalición II-SP
Rodrigo muestra las pruebas nucleares norcoreanas, pese a las amenazas internacionales de nuevas sanciones contra el régimen de Pyongyang.
Alexei Talimonov juega con las doce estrellas de la bandera de la Comunidad Europea, símbolo de la perfección, de la unidad y de lo complejo. Su parlamento es elegido, entre el 4 y el 7 de junio, por 375 millones de votantes.
A una semana de estas elecciones en España, Pep Roig nos muestra unos bocetos sobre las mismas: “Compromiso político vocacional por 7600 euros al mes, más dietas pagadas”, “¿Europa? ¿Y eso qué es?”.
Con su “Amén”, el obispo, caricaturizado por Pep Roig, muestra la diferencia entre la tentación de abortar y las violaciones practicadas por miembros de la Iglesia Católica.
Un entrañable entrenador catalán –“Guardiola, que estás en los cielos”– es invitado por Dios a sentarse en su sillón celestial.
Como colofón, dos vídeos, uno de humor negro, de Jeff Dunham, un ventrículo y humorista estadounidense que entrevista a Achmed, el terrorista muerto. Subido a YouTube hace un par de años, el vídeo de su actuación ya ha conseguido más de 87 millones de visitas, situándose en el puesto número 6 de los más vistos en todo el mundo.
El segundo, “a flor máis grande do su mundo”, más poético, es de José Saramago.