martes, 28 de mayo de 2013

¿Por qué la izquierda no gana?

 
El periodista y escritor, Gabriel Jaraba, apunta el gran error de la simple condena al franquismo que demuestra por qué la izquierda no gana al condenarlo. Al menos cuando se limita a querer poner en evidencia al PP, promoviendo en el Congreso una votación de condena. “En el momento actual –escribe Jaraba–, las encuestas que maneja el PP, las de verdad y no las que muestra una vez maquilladas, le arrojan resultados más bajos de lo previsto en cuanto a intención de voto. De ahí que hayan emprendido una campaña de acentuación de su imagen más intransigente en diversos campos. La ley Wert y los ataques a la lengua catalana, las declaraciones en el sentido de promover una renacionalización del país, la unificación de currículums escolares, los llamamientos al patriotismo, son acciones encaminadas a influir en los sectores más proclives al orgullo patriótico irreflexivo, a la añoranza del autoritarismo y a la mano dura, al antiautonomismo y el anticatalanismo puros y duros, y a lo que una vez se dio en llamar franquismo sociológico. El espectáculo de homenaje a la División Azul en Cataluña no es una frikada ni una salida de tono de la delegada del gobierno sino una pieza más, y no poco importante, en este juego. En la medida que el gobierno es incapaz de ofrecer un solo resultado esperanzador a las clases populares, recurre al nacionalismo español más elemental y más fácilmente asimilable por los menos preparados, a sabiendas de que esa medicina se ha probado siempre de la mayor eficacia en momentos de crisis. La iniciativa parlamentaria le ha venido al PP como miel sobre hojuelas para acentuar ese perfil deseado y sin despeinarse. No es que no les importe quedar en evidencia, es que es esa evidencia la que desean mostrar. UPyD lo ha entendido a la primera y se ha apuntado a chupar rueda de esa corriente”.
 
Recuerda Jaraba que las izquierdas no avanzan y no ganan porque tienen una visión sociopolítica de nuestro país propia del tardofranquismo y la transición. “España ha cambiado mucho desde la muerte de Franco, y mucho más desde que los españoles de a pie tocaron dinero caliente con el boom del ladrillo. Franquista o fascista no es un insulto en muchos y amplios sectores populares; las realidades a que aluden esos apelativos les resultan indiferentes en el mejor de los casos. El electorado le entregó la mayoría absoluta al PP a sabiendas de lo que votaba: que gobiernen los que tienen pelas y los que saben ganar dinero para que su onda nos arrastre y volvamos a tocar pasta. El cómo ganen ese dinero no nos importa. De ahí que las informaciones constantes sobre asuntos turbios en financiación de partidos, coímas diversas o tramas Gürtel no le hacen la menor mella al PP en esos amplios sectores. Como Berlusconi en Italia: no es que no les horrorice, es que todos querrían ser como él”.
 
De ahí el que Jaraba insista en que la izquierda debe cambiar su visión idealizada de las clases populares, si quiere gobernar. Y la izquierda debe gobernar, si es que deseamos sacar al país de la miseria moral en que se halla hundido. “No nos engañemos: la reacción indignada que se extiende en muchos sectores no es mayoritaria en la sociedad. Las quejas que se oyen por todas partes no implican necesariamente la reversión de la tendencia política o electoral: ni la izquierda parlamentaria incrementa significativamente su tendencia de voto ni los grupos de protesta y reivindicación son capaces de erigir estructura alguna capaz de provocar cambio alguno. Ada Colau, Alberto Garzón y otros personajes dignísimos no producen por si solos un liderazgo de amplio alcance sociopolítico. Las tentativas de hallar nuevos liderazgos en el PSOE son maniobras en el circuito cerrado del partido que no alcanzan ni los ribetes de la periferia social. El PP lo sabe y UPyD también. Y fabrican nacionalismo español hardcore porque eso sí que llega a todos los sectores”.
 
Gabriel Jaraba llega a la conclusión de que la izquierda transformadora se equivoca al pensar que existe un poso ético capaz de ser removido por impulsos de conciencia. Dice que cien escraches al trimestre son compatibles con una mayoría justita del PP apoyada por UPyD dentro de dos años y medio. Y que el PSOE, más cínico por pragmático, “es más consciente de la versatilidad de lo que se suele llamar el pueblo llano. Pero no tiene material que despachar en el mostrador del nacionalismo, incluso cuando Griñán, Chacón o López sacan el muestrario hallan que el género de la competencia luce más; la agresividad y chulería falangista son aquí un pedigrí que no se improvisa en dos días. Y lo dramático es que parecen no hallar producto que complazca a los desesperados que están dispuestos a aceptar sueldos de 400 euros a cambio de contratos cuasiesclavos”. “No –concluye el periodista– al PSOE no le va tan mal, pero el drama de la socialdemocracia es éste: estaba pensada para servir a las clases populares deseosas de mejorar regenerándose pero no a un proletariado descabalgado de esa condición y al borde del lumpen”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesantes reflexiones ante la gran cuestión que se plantea, ahora bien, conviene recordar que en el Psoe -cuando ha gobernado,- la defraudación ideológica, -traducido esto en inacción e incumplimiento del programa electoral- ha sido una constante palmaria y evidente, así como los casos de corrupción habitual y permanente, en empate técnico continuo y sonoro creciente del("y tú más") con la derecha ya conocida y abominable. Aquí ha fallado todo: El sistema, los mecanismos de control, y especialmente la condición humana, y me temo que cuando esto ocurre y toda vez que la fiesta se ha acabado, surge la fiera "Hernandiana" del hambre, la bota, el racionamiento y los reglamentos de pensamiento único.

chiflos.