13 recomendaciones para vivir alegre cuando eres viejo.
“Hoy cumplo 66 años
–escribía Gabriel Jaraba en su blog, el pasado 10 de febrero–. He tenido una buena vida y he disfrutado de
logros, aprendido de fracasos, descubierto mis defectos y cultivado mis virtudes.
Ahora mismo, en plena tercera edad –qué expresión más cursi– estoy viviendo una
de las mejores épocas de mi vida. Aunque mi consejo sea que nunca hay que dar
consejos, quiero dejar aquí unas notitas con ciertas recomendaciones que
podrían ser útiles. La lista es de 13 puntos para que se fastidien los
supersticiosos. “¿Cruzarse en la calle con un gato negro trae mala suerte?”.
“Si eres un ratón, sí”. Esas son las recomendaciones que este experimentado
profesor, experto en periodismo en Internet, nos ofrece:
APRENDE ALGO NUEVO. Lo
que sea pero que te apasione o por lo menos te interese. La propia tarea de
buscar el motivo de tu aprendizaje, cuando no lo has encontrado, ya es
apasionante: tienes mucho que buscar, y haciéndolo, descubres cosas de ti que a
lo mejor desconocías.
HALLA TU MOTIVACIÓN,
ponla en marcha y cultívala. La motivación básica que todos podemos tener es
estar vivos y disfrutar de la vida. Si no es así, pégate un tiro, tírate al
tren o suicídate rápidamente, porque ya lo estás haciendo lentamente: te
suicidas poco a poco viviendo con desgana al no tener motivación para vivir a
gusto.
NO QUIERAS SER FELIZ.
La felicidad no es un estado sino una actitud; no es algo que se busca y se
consigue sino algo que se recibe sin merecerlo; no es una sensación concreta
sino un ligero sabor pasajero. Felicidad
es la manera de vivir que uno tiene cuando no permite que las cosas le posean,
cuando siente los pies ligeros y cuando considera maravillas lo que a los ojos
de los demás no son más que tonterías intrascendentes.
HAZ UNA LISTA DE COSAS
PENDIENTES. Es inevitable que hayamos dejado de hacer cosas que queríamos haber
hecho, pero tenemos la oportunidad de comprobar si hacerlas valía la pena. Al
llevar a cabo cosas pendientes tendremos doble ganancia: disfrutar de algo
deseado o comprobar que aquel sueño no valía la pena.
CANTA. Cantar no es
sólo interpretar una canción sino algo más sencillo: canturrear mientras se
hace una tarea, improvisar una coplilla rimada sobre algún acontecimiento,
recordar una tonada de cuando éramos niños o jóvenes, y sobre todo, sentir el
placer de emitir sonidos y el fluir del aire desde los pulmones a la garganta.
Pero, si tienes una coral popular cerca, no dudes en inscribirte en ella, pues
es un placer incomparable.
BAILA. Hay quien va al
gimnasio, pero muchos, como yo, lo encontramos aburrido. La solución es bailar,
bailar un poco aunque sea, dar saltitos con cierta gracia o sin ella. No hace
falta ir a la disco o a salones de baile, basta con poner música en casa e ir evolucionando
por el piso a su compás, sintiendo la sensación de ligereza que ello implica.
CAMINA. Caminar tiene
la facultad de activar las sinapsis, es decir, las conexiones entre neuronas,
que facilitan el pensamiento creativo y hacen que a menudo los problemas se
resuelvan por sí solos. Los antiguos lo sabían cuando practicaban los diálogos
filosóficos.
ANDA CON NIÑOS Y
JÓVENES. Cuando somos mayores la compañía de los niños y los jóvenes nos
rejuvenece. A condición de estar atentos a las cosas que hacen y que son nuevas
para nosotros, de no juzgarlas negativamente y de ver qué podemos aprender de
ellas. Los que somos abuelos tenemos el privilegio de vivir una segunda
infancia adaptada a la sesentena, del mismo modo que los que somos profesores
tenemos la suerte de aprender de nuestros alumnos.
SÉ PRESUMIDO O
PRESUMIDA. Presumir no es malo; sí lo es chulear. Presumir de nietos, por
ejemplo, o atildarse un poco al salir a pasear. Hay un término medio entre ir
por ahí vestido de abuelo pobre y presentarse hecho un petímetre. El hábito
hace al monje: ir vestido de señor mayor tristón y empobrecido te convierte en
tal. Aféitate (si eres hombre), péinate (si tienes pelo) y haz que tu aspecto
comunique el modo como quisieras sentirte en la vida.
DISFRUTA DE TU FAMILIA.
Los hombres, a lo largo de nuestra vida, hemos cometido –todos– el error de
atender poco a nuestra familia. Por razones del trabajo, a causa del afán de
profesionalización, pero sobre todo debido a ciertas reminiscencias del viejo
machismo que, conscientemente o no, hacen que nos desmarquemos de las mujeres y
de los niños, como si nuestra vinculación a ellos nos desmereciera.
HAZ ALGO POR LOS DEMÁS.
Disfruta de ayudar y trata de hacer felices a los demás. Cualquier asociación
estará encantada de vernos entrar por la puerta a preguntar cómo podemos
participar. Y cuando ayudamos a otros nos ayudamos a nosotros mismos, por salir
de nuestro yo e ir al encuentro de los demás.
SÉ AGRADECIDO. Ser
agradecidos a la vida es imprescindible para vivir una vida digna, incluso si
nuestra vida ha sido una sucesión de desgracias. El por qué a la gente buena le
pasan cosas malas y el sufrimiento de los inocentes sigue siendo un misterio
insondable, pero una actitud agradecida y abierta marca una diferencia en
nuestras vidas y las de los demás. Agradece estar hoy vivo, respirando y
consciente. De esa aceptación surge una dignidad invulnerable que nos hace
vivir con una solidez incomparable. Es la paradoja suprema: nuestra mayor
fortaleza surge de la aceptación de nuestra total vulnerabilidad.
1 comentario:
Yo diría que estas recomendaciones valen para cualquier edad.
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