Las chapitas de Zarzuela.
Nieves Concostrina
comenta en Público cómo el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo tenía
dos motes: El chivo y Chapita. “El primero se lo pusieron porque era un
depredador sexual; el segundo, porque le encantaban las medallas. Su afición
comenzó siendo monaguillo, cuando robaba en la iglesia medallitas de santos, y
continuó cuando era ya un dictador y tomó la costumbre de auto concederse
condecoraciones por ‘benefactor de la patria’, por ‘servicios a la patria’, por
‘héroe de la patria’… ¿Por qué será que la patria no se les cae de la boca a
los tiranos? (…)
“En Zarzuela también les
gustan mucho las chapitas. Se las auto conceden constantemente para dar muestra
de sus reales aprecios a sí mismos y dejar constancia oficial en el BOE. Los
amigos y los parientes plebeyos se dan abrazos o besos para mostrar que se
aprecian, pero los borbones no. Los borbones, como familia desestructurada que
son desde hace 220 años, tarde o temprano acaban a guantazos, pero mientras, a
la espera de que llegue ese tradicional momento, se dan medallas, collares y
grandes cruces para que nos demos por enterados de que se aprecian. Por
ejemplo: "Queriendo dar una muestra de Mi Real aprecio a la excelentísima
señora doña Letizia Ortiz Rocasolano, a propuesta del presidente del Gobierno y
previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 21 de mayo
de 2004, Vengo en concederle la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden
Española de Carlos III. Dado en Madrid, a 21 de mayo de 2004. Juan Carlos R. El
presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero" (BOE, Real Decreto
1260/2004). Nótese que el descastado exrey Juan Carlos, al igual que le gusta
seguir haciendo a Felipe, mantienen esa costumbre medieval de escribir con
mayúscula cualquier referencia a sí mismos.
“A estas alturas, pasados
21 años de la celebración de aquel matrimonio morganático e ilegítimo de
acuerdo con la ley dinástica de los borbones, ya es indiscutible que ‘Su Real’
aprecio hacia ‘Su’ excelentísima nuera Letizia se ha volatilizado, y que Juan
Carlos, si pudiera, le arrancaría de cuajo la gran cruz al grito de ‘¡Mala
pécora!’. De sobra sabía él que meter una plebeya trepadora en la Familia Real
era, más que un riesgo de que aquello iba a acabar malamente, una certeza. Por
eso tienen prohibido que infantas, infantes, príncipes y princesas caigan en
las garras de plebeyos trepas que buscan pillar trono gracias a que el avispado
Carlos III impidió estos matrimonios mediante Pragmática Sanción.
“Sin embargo, lo más
injusto y desalentador para los ciudadanos españoles que aún esperamos
disfrutar de una democracia plena, sin borbones ni adjuntos plebeyos que nos
restrieguen sus privilegios por los morros, es que intenten hacernos creer que
esta estupidez decimonónica de medallas, cruces y collares concedidos por el
rey de turno a su esposa, hijo, hijas o nuera ha pasado por la deliberación del
Consejo de Ministros. Injusto, porque las borbonas y la señora Ortiz que han
recibido esas chapitas no las merecen ni cumplen con los requisitos para
lucirlas. Desalentador, porque todos los gobiernos, pese a no haber perdido ni
un minuto en la supuesta deliberación para conceder tal o cual condecoración a
Felipe, Leti, Cristina, Elena, Sofía, Leonor o a la otra Sofía, han hecho un
indigno paripé para dar carta de naturaleza a las ocurrencias de Juan Carlos y
Felipe aun a sabiendas de estar saltándose los estrictos reglamentos que
regulan la concesión de los grados de Collar y Gran Cruz de las órdenes de
Isabel la Católica y Carlos III.
“Si el presidente Zapatero o Sánchez y alguno de los ministros o ministras de sus gabinetes pretenden decir sin ruborizarse que son republicanos, díganles que a otro perro con ese hueso. En los presidentes del Partido Popular ni me detengo, porque borbones, Aznar y Rajoy comparten a Franco como padre ideológico, y lógico es que vayan todos a una. Y, pese al desprecio que desde Zarzuela han dedicado a los presidentes progresistas (mal disimulado últimamente por parte de Felipe), nunca se han molestado desde los distintos gabinetes en hacernos llegar una señal que nos indique que, al menos, les incomoda ser tan cortesanos como para conceder sin rechistar a esta estirpe franquista de borbones sus caprichos con las chapitas. Les debería avergonzar estar saltándose los reglamentos y publicando sin rubor que se dan condecoraciones a un par de jovencitas que no han movido un dedo, no tienen méritos ni ha demostrado capacidades intelectuales, artísticas o heroicas”.
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