Bombas y carbón para los niños de Gaza.

El Ejército israelí ha entrado en Gaza.

Protestas en Madrid frente a la cancillería española.

Una víctima inocente.

La angustia de un padre palestino con su hijo ensangretado en brazos.

El Ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, invadió la franja de Gaza. Con la excusa de eliminar las bases de cohetes de Hamas, los israelíes se apoderaron con sangre y fuego de este territorio palestino, lanzando previamente constantes bombardeos aéreos y de artillería e introduciendo en él unos 10.000 soldados. Y mientras que, en España se celebra la entrada de los Reyes Magos cargados de juguetes para los niños, en Gaza no dejaron más que bombas y carbón. La ciudad sufre estos días uno de los ataques más cruentos. Varios niños han sido alcanzados por las bombas. Y una madre y sus cuatro hijos fueron aplastadas por los bombardeos aéreos indiscriminados. El Gobierno y el Ejército israelí se justifican con lo de “los gajes del oficio” y siguen cercando con tanques y tropas. Las calles de Gaza están desiertas. La metralla amenaza todo lo que se mueve. Hay nubes de humo y decenas de edificios, destruidos por columnas de soldados de Israel armados hasta los dientes.

La operación “Plomo Fundido”, preparada con tropas israelíes de Infantería, Ingenieros, Artillería y tanques apoyados por la aviación, la marina y agencias de Inteligencia, sigue su curso. Se trata de una ofensiva cuyo único objetivo es acabar con Hamás, movimiento islamista. Operación que ya ha contabilizado más de 500 muertos palestinos y supera los 2.350 heridos. En Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU terminó en la madrugada del domingo la reunión que mantenía para estudiar la situación sin que sus quince miembros fueran capaces de acordar una declaración conjunta al respecto. La franja de Gaza, un territorio de 40 kilómetros de largo por 15 de ancho, sigue en manos de las fuerzas israelíes. Ehud Olmert, primer ministro israelí, justifica la invasión como “una operación inevitable”. Y repite que nada tiene contra los palestinos de Gaza, que su lucha es sólo contra Hamás. Pero los palestinos se preguntan: “Si no quieren destrozarnos ¿por qué bombardean el parlamento o el Ministerio de Justicia? Y Saeb Erekat, jefe negociador de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), enfatiza que “Israel ha enterrado el proceso de paz bajo sus tanques”.

Pero, mientras la diplomacia internacional fracasa, surgen las protestas por doquier. Y la lentitud y tibieza de las principales potencias y organismos multilaterales contrastan con la reacción de cientos de miles de manifestantes en diversas capitales europeas. En París se llevó a cabo la más numerosa de las celebradas en Europa. En Madrid cientos de manifestantes se concentraron ante las embajadas de EEUU e Israel en una marcha no autorizada, reivindicando una nueva Intifada y el cese de la “masacre”. En Londres, Alemania, Milán, Atenas y en otras muchas ciudades europeas se registran protestas contra de la ofensiva israelí.

Ayer mismo, varios niños que aún seguían vivos en Gaza, fueron abatidos por las bombas israelíes, más certeras, inteligentes y devastadoras que los burdos cohetes palestinos. El Ejército israelí ha cortado virtualmente la franja en tres, tras tomar posiciones, lo que impide a su millón y medio de habitantes moverse libremente dentro del territorio. Y sigue destruyendo los objetivos de la “infraestructura terrorista” sin inmutarse por la muerte de niños inocentes. El pueblo de Israel pasó de ser niño abusado (que padeció abusos) a padre golpeador. Y su Ejército no trae regalos, sino bombas y carbón a los niños de Gaza.