Benedicto XVI pretende llevar su reino al Reino Unido.
Helados de pecado en Inglaterra.
En su viaje en avión de Roma a Edimburgo, el Papa conversó con los periodistas y reconoció que los obispos y el Vaticano, no habían sido suficientemente “vigilantes, veloces y decisivos” a la hora de afrontar los casos de abusos sexuales a menores por parte de sus clérigos. Más de la mitad de sus sacerdotes en Inglaterra y Gales, acusados por abusos de menores, aún no habían sido expulsados de la Iglesia e incluso algunos continuaban recibiendo ayuda financiera. Los obispos católicos ingleses manifestaron a principios de 2010 su dolor y vergüenza por estos casos y pidieron perdón a las víctimas mientras la información de Channel 4 cuestionaba la rapidez de la Iglesia en castigar a aquellos que trajeron esa vergüenza. El Papa aseguró que su compromiso con los menores, víctimas de los abusos, era encontrar la forma de ayudarles a “superar el trauma” para que volvieran a reconciliarse con la vida y la “fe en el mensaje de Cristo”. Y expresó su “profunda tristeza” por lo acaecido, aunque defendió la necesidad de encontrar el modo de “proteger” a los culpables, alegando que eran víctimas de una “enfermedad” en la que la “libre voluntad” no funciona y por ello era preciso “protegerles de sí mismos” y apartarles de la posibilidad de “acercarse a los jóvenes”.
Ante este panorama, el Papa iniciaba ayer su visita a Escocia, que fue durante muchos años la reserva espiritual de los católicos británicos. Fue recibido por la Reina, Isabel II, de Inglaterra, en la ciudad escocesa de Edimburgo, siendo la primera vez que la monarca inglesa rompía ese protocolo para recibir a un mandatario extranjero que llegaba en visita oficial. Y, pese a que más de 50 personajes públicos británicos habían firmado una carta, publicada el miércoles en el diario “The Guardian”, en la que criticaban el tratamiento que el Papa recibiría el en su visita a Reino Unido, llegado el momento, Benedicto XVI recorrió las calles de la capital escocesa a bordo de su “Papamóvil”. “El Papa, como ciudadano europeo y líder de una religión con muchos fieles en el Reino Unido –comenzaba el texto–, es libre de venir y hacer una gira por nuestro país. Sin embargo, también como líder religioso es un jefe de Estado, y el Estado y la organización de los que es líder ha sido responsable de esto”. La carta proseguía con un listado de asuntos de los que la Iglesia es responsable: “negarse a colaborar en el reparto de condones en África” para combatir el sida, promover la “segregación en la escuela”, “prohibir el aborto a las mujeres más vulnerables” y oponerse a la “igualdad de derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales”.
Días antes de su llegada, la Advertising Standards Authority (el regulador independiente del Reino Unido) prohibía la difusión de un anuncio de una marca de helados por considerarlo ofensivo con la religión católica. Los Helados Antonio Federici, anunciaba sus helados de pecado con la imagen de una monja embarazada y la leyenda: “Concebido inmaculadamente”. El anuncio recibió ocho denuncias de lectores de varios medios y su publicidad desató la furia de la Iglesia. La misma ASA reconoció como una burla “de los católicos”. Federici aceptó retirar la campaña, pero, a cambio, dijo que contraatacaría con otra que promete ser igual de controvertida y podría ser visto en los alrededores de la Abadía Wetminster, en Londres, como la continuación del anterior anuncio. Según él, la nueva imagen desafiaría a la prohibición de la ASA. Pero no es la primera vez que Federici recurre a la religión para anunciar sus helados. En 2009, otro de sus carteles fue vetado por mostrar a un cura y una monja a punto de besarse.
Si algo no necesitaba Benedicto XVI en la víspera de aterrizar en Reino Unido eran declaraciones de su entorno que cuestionasen la forma de vida de los británicos. Eso fue precisamente lo que ocurrió cuando se difundieron unas inoportunas declaraciones del cardenal alemán, Walter Kasper, a la revista Focus: “Cuando llegas al aeropuerto de Heathrow, a veces piensas que estás en un país del Tercer Mundo”. Pero Kasper, de 77 años, cuyo trabajo en el Vaticano es promover la unidad de los cristianos en todo el mundo, no acompañaría al Papa a Inglaterra. La Iglesia alegó que “ha estado enfermo varios días”. Era la última polémica previa a la visita del Papa a Gran Bretaña, que empezó ayer.
En su viaje en avión de Roma a Edimburgo, el Papa conversó con los periodistas y reconoció que los obispos y el Vaticano, no habían sido suficientemente “vigilantes, veloces y decisivos” a la hora de afrontar los casos de abusos sexuales a menores por parte de sus clérigos. Más de la mitad de sus sacerdotes en Inglaterra y Gales, acusados por abusos de menores, aún no habían sido expulsados de la Iglesia e incluso algunos continuaban recibiendo ayuda financiera. Los obispos católicos ingleses manifestaron a principios de 2010 su dolor y vergüenza por estos casos y pidieron perdón a las víctimas mientras la información de Channel 4 cuestionaba la rapidez de la Iglesia en castigar a aquellos que trajeron esa vergüenza. El Papa aseguró que su compromiso con los menores, víctimas de los abusos, era encontrar la forma de ayudarles a “superar el trauma” para que volvieran a reconciliarse con la vida y la “fe en el mensaje de Cristo”. Y expresó su “profunda tristeza” por lo acaecido, aunque defendió la necesidad de encontrar el modo de “proteger” a los culpables, alegando que eran víctimas de una “enfermedad” en la que la “libre voluntad” no funciona y por ello era preciso “protegerles de sí mismos” y apartarles de la posibilidad de “acercarse a los jóvenes”.
Ante este panorama, el Papa iniciaba ayer su visita a Escocia, que fue durante muchos años la reserva espiritual de los católicos británicos. Fue recibido por la Reina, Isabel II, de Inglaterra, en la ciudad escocesa de Edimburgo, siendo la primera vez que la monarca inglesa rompía ese protocolo para recibir a un mandatario extranjero que llegaba en visita oficial. Y, pese a que más de 50 personajes públicos británicos habían firmado una carta, publicada el miércoles en el diario “The Guardian”, en la que criticaban el tratamiento que el Papa recibiría el en su visita a Reino Unido, llegado el momento, Benedicto XVI recorrió las calles de la capital escocesa a bordo de su “Papamóvil”. “El Papa, como ciudadano europeo y líder de una religión con muchos fieles en el Reino Unido –comenzaba el texto–, es libre de venir y hacer una gira por nuestro país. Sin embargo, también como líder religioso es un jefe de Estado, y el Estado y la organización de los que es líder ha sido responsable de esto”. La carta proseguía con un listado de asuntos de los que la Iglesia es responsable: “negarse a colaborar en el reparto de condones en África” para combatir el sida, promover la “segregación en la escuela”, “prohibir el aborto a las mujeres más vulnerables” y oponerse a la “igualdad de derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales”.
Días antes de su llegada, la Advertising Standards Authority (el regulador independiente del Reino Unido) prohibía la difusión de un anuncio de una marca de helados por considerarlo ofensivo con la religión católica. Los Helados Antonio Federici, anunciaba sus helados de pecado con la imagen de una monja embarazada y la leyenda: “Concebido inmaculadamente”. El anuncio recibió ocho denuncias de lectores de varios medios y su publicidad desató la furia de la Iglesia. La misma ASA reconoció como una burla “de los católicos”. Federici aceptó retirar la campaña, pero, a cambio, dijo que contraatacaría con otra que promete ser igual de controvertida y podría ser visto en los alrededores de la Abadía Wetminster, en Londres, como la continuación del anterior anuncio. Según él, la nueva imagen desafiaría a la prohibición de la ASA. Pero no es la primera vez que Federici recurre a la religión para anunciar sus helados. En 2009, otro de sus carteles fue vetado por mostrar a un cura y una monja a punto de besarse.
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