Luces y sombras de la Navidad 2013.
De nuevo los adornos luminosos
cerca de las zonas comerciales hacen que no reparemos en las sombras ni en las
personas que no lo pasan como nosotros. Las luces navideñas intentan que no
veamos con nuestros ojos a quienes pasan hambre y frío. Unos villancicos suenan
a todo volumen por los altavoces y el mercado sigue abierto, invitando a
comprar hasta el hartazgo lo que los anuncios y la publicidad nos imponen. Ellos
no dejan de martillearnos la buena nueva: “Felices fiestas de Pascuas”,
recordándonos que no hay fiesta sin regalo. Para eso se inventó la Navidad , prorrogada en los
días del fin de año, en el principio del nuevo y en los regalos de los reyes, dentro del mismo
objetivo festivo-comercial. Aunque haya otros que preconizan una anunciada
feliz obediencia y una próspera miseria. Todo ello, apoyado por los sabios
consejos de las autoridades.
Pero, en la pasada Nochebuena, pasada por rachas
de lluvia y viento –que en Galicia llegaron
a los 185 kilómetro
por hora–, muchos millones de españoles apagaron la pantalla de su tele,
siguiendo el llamamiento y las recomendaciones de varios colectivos del
Movimiento 15M durante el discurso del rey, en protesta por la vigencia de una
institución “anacrónica” implicada en asuntos de corrupción como el ‘caso
Nóos’. La iniciativa, que partió del 15M Pamplona
y fue secundada en otros sitios del movimiento como #Acampadasol,
tuvo cierto eco en Twitter, sobre todo con la etiqueta #AbajoelRégimen.
El mensaje del monarca, coincidió con la huelga de
media hora convocada en TV3 y por la televisión autonómica vasca. Por lo que hoy leo en los medios de comunicación
–tampoco yo quise escuchar al rey en la tele–, esta vez don Juan Carlos
reconoció la falta de ejemplaridad de la vida política y las instituciones, lo
que hace inevitable la regeneración. El rey incluso abrió la puerta a una
reforma constitucional, pese a que hizo una férrea defensa de la Carta Magna. Y exhortó
a continuar –una vez más– los esfuerzos para superar la crisis económica,
reivindicando lo que nos une. Pero, el rey dejó claro que no piensa en abdicar y prometió una vez más
una conducta ejemplar y transparente. Todo fueron buenas intenciones
y palabrería vacía entre las luces y las sombras de la Navidad. Ignoro la cantidad de
españoles que le oyeron o vieron por la pequeña pantalla.
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