Cuatro mil trescientos kilómetros de ruta (1)
Île-bouchard.
Tras 18 días de descanso, vuelvo
al contacto con esta página web. Fueron dos semanas y media alejados de todo contacto
con el ordenador, en las que recorrimos en coche (mi mujer y yo) casi tres mil
kilómetros sobre el asfalto, más 1.384 que hice volando de ida y vuelta, hasta
Palma de Mallorca. Recorrí un total
de 4,373 kilómetros
en los que no quise asomarme ni una sola vez a Internet, descubriendo que la
vida también existe fuera de la red.
Hoy vuelvo a la realidad virtual
con dos recuerdos que sobresalen de mis días de asueto. El primero se refiere a
nuestro paso por Ile Bouchard, un pueblo galo de 3,48 kilómetros
cuadrados, en el departamento de L’Indre-et-Loire, en la Región Central , habitado por
1.754 habitantes y flanqueados por el río La Vienne , uno de los principales afluentes del río Loira. Nos alojamos
una noche en una casa de huéspedes de la isla Macchabée, separada del pueblo
por dos largos puentes. Rochelieu compró la baronía de La Isla Bouchard , en 1.628, y, en
la revolución, la isla fue vendida a un particular. En 1932, las dos antiguas
parroquias, convertidas en comunas, decidieron fusionarse a fin de establecer
el centro administrativo de la nueva entidad territorial. Los nuevos puentes
fueron reemplazados en 1959 y la isla perdió al filo de los tiempos sus
vestigios históricos, adquiriendo, bajo el nombre de Place Bouchard, un
nuevo papel por las dos antiguas
comunas.
En esta islita de 800 metros de largo, una
docena de casas, un colegio y la alcaldía, me dirigí por la mañana a una
plataforma arbolada desde la que se contemplaba la corriente del río que bordea
L’Ile Bouchard, así como las dos orillas del otro lado del río. Saqué la trompeta de mi funda y
repasé unas obras que llevaba preparadas para un concierto que me había
comprometido a dar en Bernay (Tours). Toqué con claridad y un sonido redondo la Somnambule , de V.
Bellini; Las Bodas de Fígaro, de Mozart; la Sonata VIII , de Arcangelo
Corelli; la Marcha
de J. De Gouy; Barcarolla, de Tales de Hoffmann y el pasodoble España Cañí. No
estaba seguro de que mis notas llegaran hasta las otras orillas de La Vienne , pero, a juzgar por
los movimientos de los curiosos que habían instalado sus caravanas, presentí
que sí me escuchaban. De todas formas, no esperaba ni aplausos ni silbidos de
desaprobación. Y una sorprendente acústica sobrevino de la interpretación de
este meteco hispano. Una hora después, enfilábamos para continuar nuestra
marcha hasta el norte de París.
Mañana: (y 2) Vuelta a Mallorca.
2 comentarios:
Pues que te voy a decir que no sepas tu...te doy la bien venida de vuelta al hogar de tu bloc,después de tus disfrutadas y merecidas vacaciones seguro que tienes nuevas cosas e interesantes para contar, por lo cuál seguiré siguiéndote con ellas.
Me alegro que sigas escribiendo ya te echaba de menos.
Gracias, apreciado anónimo, por tus palabras de aliento. Que te echen de menos por tus escritos es el mejor piropo que se puede recibir.
Santiago Miró
Publicar un comentario