Con acceso a los códigos nucleares, Trump se ha convertido en una pesadilla.
El día después de que Trump se
convirtiera en presidente, líderes de la extrema derecha de toda Europa se
reunieron en una remota ciudad de Alemania para hablar sobre cómo garantizar
que la marca de las políticas de Trump recorra el continente. De esta forma, la
extrema derecha se ve fuerte y amenaza con que el ejemplo de Trump se propague
por doquier. Marine Le Pen, candidata
racista a presidenta de Francia y amiga de Putin, se dirigió a esta cumbre del
odio para hablar del lanzamiento de una extrema derecha unificada por toda
Europa, con la vista puesta en las elecciones de Francia, Italia, Alemania, los
Países Bajos y más. La web Avaaz toma medidas de proporciones épicas para poder
detenerlos. Y recuerda los objetivos conseguidos hasta el momento. “Hemos
cambiado las reglas del juego en el terreno del cambio climático, hemos librado
a Internet de múltiples amenazas, derrotado a gigantes corporativos como
Monsanto, protegido enormes áreas de nuestros mares y selvas. Pero ahora nos
enfrentamos a un viejo enemigo de la humanidad, quizá el más antiguo. Haz que
este sea el día en contribuyas a construir el movimiento que puede derrotar al
odio. La historia se perfila gracias a las decisiones de la gente común… Asumamos
el reto de nuestra era”.
Dick Cheney, el ex vicepresidente
de EEUU, explicó claramente la situación en una entrevista en 2008: “Al
presidente de EEUU le sigue en todo momento, 24 horas al día, un asesor militar
que lleva un maletín que contiene los códigos nucleares que utilizaría, y
estaría autorizado a utilizar, en caso de un ataque nuclear contra EEUU. Podría
lanzar, sin consultar a nadie, un ataque devastador como el mundo jamás ha
presenciado. Para ello, no tiene que llamar al Congreso ni hablar con los
tribunales”. Los poderes del presidente van más allá de lo descrito por Cheney.
EEUU no tiene un compromiso con la doctrina de “no disparar primero” en
relación con las armas nucleares. Por lo tanto, Trump podría ordenar un ataque
nuclear contra un adversario, aunque EEUU no hubiera sido atacado. Una encuesta
mostró que el 22% de los partidarios de Trump pensaba que podría iniciar una
guerra nuclear.
La personalidad de Trump no
tranquiliza. Tal y como indicaba la carta abierta de los oficiales en la que se
dice que “es fácil de provocar y ataca con rapidez”. En un enfrentamiento, su
instinto le impulsa a intensificar la situación, no a buscar un compromiso. Tampoco
el general Michael Flynn, el hombre que Trump nombró para dirigir el Consejo de
Seguridad Nacional, tiene fama de ser un líder sosegado. Los correos
electrónicos filtrados de Colin Powell, ex secretario de Estado del presidente
George W. Bush, sugieren que el general
fue destituido como jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa en 2014
porque era “agresivo con el personal, no escuchaba a los demás, trabajaba en
contra de las políticas”. Powell calificó al general Flynn como “un loco de
derechas”.
Mientras tanto, casi trescientos
millones de europeos podrían estar muy pronto gobernados por partidos que
rechazan a los refugiados, que sospechan de los musulmanes, menosprecian a las
mujeres y engañan a los trabajadores con falsas promesas de mayor bienestar.
Para rematar la debacle numérica, si a los 500 millones se restan en 2017 los
65 millones de británicos víctimas del Brexit, prácticamente tres cuartas
partes de la Unión Europea podría estar muy pronto bajo el yugo de la extrema
derecha. El periodista y escritor Manuel Florentín señala en su “Guía de la
Europa negra” las causas de un ascenso similar de la extrema derecha a
principios de los años 90 del pasado siglo: la crisis de valores y la
inseguridad generada en los países del este de Europa tras el hundimiento de la
Unión Soviética; la inmigración masiva de trabajadores a finales de los años
80; el miedo a la pérdida de soberanía nacional que conllevaba una creciente
unidad europea; y la incapacidad de los partidos tradicionales para aportar
fórmulas nuevas a un mundo cambiante y tenso.
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