Sumar ceros a la izquierda.
El pasado martes, David
Torres nos sorprendía en Publico con este titular en el que nos recordaba cómo,
días atrás, Alberto Garzón advertía que “Sumar no es ni debe ser una suma de partidos,
sino un instrumento popular donde los partidos debemos contribuir con humildad
y con nuestro propio bagaje”. (…)
“En el momento de lanzar
la plataforma Sumar, hace cosa de un año, Yolanda Díaz aseguraba que se trataba
de un proyecto que pretendía ‘organizar la esperanza para que un nuevo país se
abra paso’. Entonces daba la impresión de que se refería a España: ahora ya no
hay duda de que estaba hablando del periódico. Reclamar la unidad de las
izquierdas al mismo tiempo que se rechaza un acuerdo para acudir a las
elecciones generales con Podemos e IU puede sonar contradictorio, sí, pero se
trata de la vieja receta de la izquierda española para abrirse las tripas en
canal en un vistoso harakiri y que luego el PSOE remate la faena con una
decapitación en vivo. Conviene no olvidar que el sepukku, el suicidio ritual de
los samurais, no está completo hasta que la cabeza ruede por el suelo. Felipe
González acabó con una cara de japonés que no podía con ella y a Pedro Sánchez
cada vez se le afilan más los párpados.
Torres nos recordó que a
la ministra de Trabajo se le atribuyen algunos de los logros más importantes en
avances sociales, olvidando que la primera gran subida del sueldo mínimo, de
736 a 900 euros, fue fruto de un acuerdo entre PSOE y Podemos, firmado en 2019.
Aparte del desastre electoral que amamantó en Andalucía y de su mutis por el
foro al abandonar a Irene Montero e Ione Belarra en el debate sobre la Ley del
sólo sí es sí, también suele olvidarse que fue Pablo Iglesias quien incluyó a
Yolanda Díaz en el gobierno de coalición, a pesar de la oposición frontal de
IU, y que Iglesias la designó sucesora en el momento de abandonar el cargo de
vicepresidente. Más clamoroso fue el olvido de la propia Díaz cuando proclamó
que en la democracia española florecieron cuatro grandes proyectos de país: el
de Suárez, el de González, el de Aznar y el de Zapatero. No está muy claro por qué
no mencionó el de Sánchez, quizá por modestia, quizá por no darle ni un sorbo
de agua a Podemos, quizá porque se trata de lo más parecido a un gobierno de
izquierdas que ha habido en España en un siglo.
“En su paciente labor de
atribuirse todos los éxitos arrinconando a sus colegas podemitas, este fin de
semana en Sevilla llegó al extremo de calcar palabra por palabra un discurso
que Pablo Iglesias pronunció en el Reina Sofía cuatro años atrás. Habla de
sumar tradiciones diferentes, de aspirar a cambiar el país, de la obligación de
caminar juntos cuando se coincide en el 90% del programa político. Para ser
Iglesias, sólo le faltaba ponerse barba postiza, como en la famosa secuencia de
La vida de Brian, porque la coleta ya la llevaba. Lo malo es que la izquierda y
La vida de Brian siempre repiten la diáspora de los partidos rebeldes en el
circo romano y que la secuencia de las barbas concluye con una lapidación en
toda regla. Entre Errejón y Díaz, menudo ojo tiene Pablo Iglesias para elegir
apóstoles”.
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