Biblioteca Joaquín Leguina.
Así titula David Torres su
artículo en Público en el que dice: “En el barrio de Arganzuela, en Madrid, hay
una biblioteca enorme -el Archivo Regional de Madrid- que lleva el nombre de
Joaquín Leguina. Por lo visto, entre la multitud de novelistas, poetas,
científicos, músicos o artistas que lo merecían, no había nadie, vivo o muerto,
más indicado que Leguina para bautizar el mamotreto. En España somos un poco
raros con nuestros símbolos, de manera que después de convivir durante cuatro
décadas con la jeta de Franco husmeando en nuestros bolsillos -estampada en
cada peseta-, decidimos sustituirla, para variar, por la jeta del rey Juan
Carlos. Vete a saber si la próxima vez no ponemos la de José María el
Tempranillo, la de Luis Candelas o la de José Luis Moreno.
“El caso es que, al
enterarme de que la biblioteca Joaquín Leguina se había levantado sobre una
antigua fábrica de cerveza, pensé que el nombre estaba muy bien puesto, aunque
tal vez deberían haber dejado intacta la fábrica de cerveza. Creo que en la
fachada del edificio todavía permanecen los azulejos dedicados la marca -El
águila- y a su función original cervecera, porque en España, apenas arañas un
poco la chapa y pintura del presente, aparecen los restos del pasado: una
mezquita, una cuneta, una Dirección General de Seguridad, una cueva
prehistórica. Este es un país de rasca y gana. A veces basta rascar apenas el
currículum de un demócrata de toda la vida, como Manuel Fraga, y te sale un
franquista de tomo y lomo, aunque otras veces rascas el de un franquista último
modelo y te sale Ramón Tamames.
“Si bien la de Leguina no
ha sido una metamorfosis tan brusca ni tan extrema como la de Tamames -del
comunismo a Vox en dos saltos de trampolín-, nadie puede decir que no estuviera
advertido de la mudanza. En el PSOE hay un montón de desencantados de ese
psocialismo facilón que hizo la reconversión industrial, el canibalismo
sindical y el mariocondismo económico para cambiar el país de arriba abajo en
un par de décadas y al final dejarlo casi como estaba. Ya he dicho más de una
vez que, desde que empezaron a caérsele siglas, el PSOE se ha convertido en el
PE, una variante del PP que repite aquel viejo chiste de Pajares sobre Adolfo
Suárez: un boxeador que amaga con la izquierda para pegarte siempre con la
derecha.
David Torres nos recuerda que Leguina, a petición
de sus nuevos compañeros de viaje, ha aceptado el puesto de consejero de la
Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid sin saber muy bien en qué consiste
el cargo, aparte de cobrar cien mil euros anuales a tocateja. “Dice que empezó
siendo el primer presidente de la Comunidad de Madrid y que no quiere morir
lejos de las ubres públicas. Pese a que Aguirre, González o Cifuentes
terminaron protagonizando las páginas de sucesos, Leguina nunca ha criticado a
sus sucesores en el cargo, hasta el punto de que ha salido a defender a la
presidenta Ayuso de las injustas publicaciones sobre el enriquecimiento súbito
de sus familiares y pareja en mitad de una pandemia atroz. Un águila perspicaz,
un Quijote enloquecido por demasiadas lecturas, que por algo le han dedicado
una biblioteca con olor a cerveza.
Y
concluye que “al igual que a Felipe González y a José Mari Aznar ya no hay dios
que los distinga, Leguina ha entrado finalmente al servicio del PP a sueldo
completo. No iban a dejarlo en la estacada después de que el PSOE lo expulsara
a las tinieblas exteriores por pedir el voto para Ayuso. Lo que no se entiende
es que Felipe tenga todavía el carné y siga cortando el bacalao cuando también
le consagraron una biblioteca en Sevilla. Quién iba a sospechar que la
Transición era esto”.
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