11 de junio. Un himno sin letra.
De un tiempo a esta parte, Mariano Rajoy, presidente del PP, sueña con poder cantar –dicen que en tres meses– el himno nacional con su propia letra. También Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, el piloto toledano Álvaro Bautista o cualquiera de las personalidades de este país, intentan casar el himno nacional con la más guapa de las candidatas. Y pretenden convertirlo en un himno con letra que exalte los valores patrióticos, deportivos, de integración y de cohesión. Una letra que sirva tanto para los deportistas nacionales que suben al pódium, como para los héroes que entregan su vida por la patria. Una letra que, por supuesto, no agradará a todos por igual. Puede que entusiasme a unos, pero puede también que deje indiferente a otros o que disguste a los que no forman parte del mismo círculo. Y, en caso de confirmarse ésta y otras iniciativas, puede que haya tantas letras como grupos ideológicos en un país multicolor que no sólo tiene nombre –España–, sino también bandera nacional.
Hasta el momento, pese a la simplicidad melódica, a su carencia de modulaciones, a su hipotético “bajo” con sólo dos notas (la tónica y la dominante) y a su laconismo y brevedad, nadie ha discutido la música de este himno nacional. Pero basta con que dejemos que cualquiera flirtee con su letra para que se convierta en partidista y pierda su propia identidad. Ya se sabe: no hay cosa peor que desnudar a un santo para vestir a otro. Y volvemos a repetir la historia del pasado. Como pasa con La Marsellesa, cuyos acordes marciales intentan estar de acorde con una letra sanguinaria. De esta manera, intentamos convertir una simple marcha real en estado de célibe en otra con numerosos pretendientes. Con lo tranquilos que estuvimos tantas décadas con el himno a solas...
No lo tendrán nada fácil quienes buscan una letra de acuerdo con su ideología. Sobre todo los partidos políticos como el PP, cuyo presidente ya ha presentado en el Congreso una iniciativa para que se cree una comisión que elija letra en unos meses. Aunque luego está el paso del consenso. Ya lo advertía Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores, quien confiesa emocionarse y ponérsele la carne de gallina al escuchar la Marcha Real: “La letra me parece bien y correcta siempre y cuando haya consenso y todo el mundo esté de acuerdo”. Pero encontrar consenso en la política es cosa harto difícil, cuando cuesta tanto llegar a un acuerdo en temas tan importantes como en la lucha contra el terrorismo.
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Ni siquiera organismos como la Iglesia Católica tendrán suficiente con la ayuda del Espíritu Santo. Algunos prelados, como Antonio Cañizares, ya ha declarado que “como español, me gustaría que tuviésemos una letra”. Por supuesto que todos sabemos cual es la letra que el cardenal Primado de España y arzobispo de Toledo defiende. Lo mismo sucede con los miembros del COE –y cuando una selección sale al campo, se quejan ellos, todos cantan su himno menos los españoles, que permanecen con la boca bien cerradita–, cuyas declaraciones al respecto no han sentado bien en las esferas políticas. Confieso que oír cantar su himno a alemanes, ingleses, franceses o rusos, en los partidos internacionales, puede crear cierta envidia por parte de los españoles que carecemos de letra. Aunque estoy seguro de que ésta, entusiasta y convincente, no permitiría que consiguiéramos más victorias contundentes. Otros harán pruebas con las letras inventadas por las peñas deportivas, donde hay tantos hinchas y forofos, seguidores y aficionados, jugadores, partidos y equipos. Y otros las llevarán a un concurso nacional. Uno más, dentro del amplio panorama de las letras españolas que, al parecer, sólo con premios entran. Y luego las cantarán con la música del himno nacional, tantas veces entonado irregularmente en manifestaciones, procesiones, fiestas patronales y, en actos de todo tipo hasta llegar a la bufa y al escarnio.
Después de lo cual, no me queda más remedio que lamentarme, una vez más. Eso no es serio, señores. Es, simplemente, chabacano, por muy popular que llegue a ser.
Por eso sigo pensando que, a veces, es mejor callarse y dejar que las notas interpreten sentimientos generalizados. Un silencio puede, a veces, decir más que cien palabras y una música bien interpretada, más que mil discursos preparados. Y a los políticos que andan preocupados por encontrar una letra al himno nacional les invitaría a que se preocuparan más por cosas importantes que de verdad afectan a todos o a una mayoría. ¿Cuántos de ellos se preocupan, por ejemplo, en que los millones de españoles que laboran tengan un trabajo digno o en que los parados que hay en nuestra geografía encuentren un trabajo?
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