El Vaticano y Berlusconi frente al "caso Eluana"
Giulio Englaro enseña una foto de su hija. Efe
El pasado lunes, 9 de los corrientes, moría Eluana Englaro, una mujer de 32 años que, de hecho, había dejado de vivir el 18 de enero de 1992, al tener un accidente en el que se partía el cráneo y la segunda vértebra cervical. Desde entonces, en estado vegetativo permanente, ni sentía dolor ni se movía. En 1992, su padre pedía ayuda por primera vez al Estado ante el abandono en que su hija se encontraba. Pero, siempre apoyados por el Vaticano, doce gobiernos distintos miraron hacia otro lado, negándose a legislar sobre el caso. En julio del 2008, los jueces suspendían la alimentación de la paciente, si su estado era irreversible y se constataba su voluntad, concediéndole el derecho a morir. El 22 de diciembre, la Corte Europea rechazaba el recurso de las asociaciones católicas. Pero el Papa lanzaba sus hombres a la arena y la Iglesia sostenía que Englaro mataba a su hija, basándose en una voluntad presunta. Y proclamaba que dejar de alimentarla era un asesinato.
La demagogia, la censura y el juego sucio se imponían desde el palacio de San Pedro, mientras el pagano Silvio Berlusconi, adúltero confeso y acaparador de poder y de riquezas que, en 17 años, no había pronunciado nunca el nombre de Englaro, se convertía de repente en un agitador “pro-vida” y atacaba a quien se ponía por delante, tanto a “crueles médicos que se atreven a suspender su alimentación artificial”, como a partidarios de respetar la sentencia firme del Tribunal Supremo, “pertenecientes a la cultura de la muerte”. Berlusconi utilizó el caso para realizar su proyecto político, intentando reformar la Consitución para reducir el poder cada vez más limitado del presidente de la República, desautorizando su poder y deslegitimizando al Tribunal Supremo.
Pero, tanto el Vaticano como Berlusconi mantienen idéntica política en torno a este caso. El Papa animó, sin citar a Eluana, a reflexionar y a confiar en las “curaciones milagrosas”. Volvieron las presiones del Vaticano y de la Conferencia Episcopal. Italiana, haciendo una campaña “cultural” para movilizar la opinión pública con descalificaciones, insultos al propio Englaro, petición de que le fuera retirada su patria potestad… El propio Giulio Andreotti, senador vitalicio y siete veces primer ministro, defendió a Napolitano por no firmar un decreto “inconstitucional” y atacar al Gobierno por implicarse “en un asunto privado”, pidiendo a la Iglesia que “dé marcha atrás”, “baje el tono” y que suprima “las manifestaciones en la calle”.
Por su parte, Beppino Englaro confiesa que hubiera dado todo el dinero del mundo para evitar que “Eluana pasara así estos 17 años. Yo no pedí que la mantuvieran viva, sino que la dejaran morir el primer día que me dijeron que estaba así. Decidieron ellos, no nosotros. Fuimos obligados a mantenerla viva, sin capacidad de entender ni de querer, por unos médicos que no sabían nada de nosotros. Fue un acto de violencia espantoso… La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte… No necesitamos entender letanías. Ni culturales, ni religiosas, ni políticas”.
La Iglesia Católica y el presidente del Gobierno italiano se han enfrentado al unísono frente al “caso Eluana”. Una iglesia que apela al derecho individual de los padres a elegir la educación de sus hijos, secundada por Silvio Berlusconi, y que negaba, en este caso, que el padre de Eluana, apoyado por las sentencias de los tribunales de justicia italianos, tuvieran derecho a acabar con una situación de tortura. Berlusconi e Iglesia querían mantenerla indefinidamente en un estado vegetativo irreversible.
El pasado lunes, 9 de los corrientes, moría Eluana Englaro, una mujer de 32 años que, de hecho, había dejado de vivir el 18 de enero de 1992, al tener un accidente en el que se partía el cráneo y la segunda vértebra cervical. Desde entonces, en estado vegetativo permanente, ni sentía dolor ni se movía. En 1992, su padre pedía ayuda por primera vez al Estado ante el abandono en que su hija se encontraba. Pero, siempre apoyados por el Vaticano, doce gobiernos distintos miraron hacia otro lado, negándose a legislar sobre el caso. En julio del 2008, los jueces suspendían la alimentación de la paciente, si su estado era irreversible y se constataba su voluntad, concediéndole el derecho a morir. El 22 de diciembre, la Corte Europea rechazaba el recurso de las asociaciones católicas. Pero el Papa lanzaba sus hombres a la arena y la Iglesia sostenía que Englaro mataba a su hija, basándose en una voluntad presunta. Y proclamaba que dejar de alimentarla era un asesinato.
La demagogia, la censura y el juego sucio se imponían desde el palacio de San Pedro, mientras el pagano Silvio Berlusconi, adúltero confeso y acaparador de poder y de riquezas que, en 17 años, no había pronunciado nunca el nombre de Englaro, se convertía de repente en un agitador “pro-vida” y atacaba a quien se ponía por delante, tanto a “crueles médicos que se atreven a suspender su alimentación artificial”, como a partidarios de respetar la sentencia firme del Tribunal Supremo, “pertenecientes a la cultura de la muerte”. Berlusconi utilizó el caso para realizar su proyecto político, intentando reformar la Consitución para reducir el poder cada vez más limitado del presidente de la República, desautorizando su poder y deslegitimizando al Tribunal Supremo.
Pero, tanto el Vaticano como Berlusconi mantienen idéntica política en torno a este caso. El Papa animó, sin citar a Eluana, a reflexionar y a confiar en las “curaciones milagrosas”. Volvieron las presiones del Vaticano y de la Conferencia Episcopal. Italiana, haciendo una campaña “cultural” para movilizar la opinión pública con descalificaciones, insultos al propio Englaro, petición de que le fuera retirada su patria potestad… El propio Giulio Andreotti, senador vitalicio y siete veces primer ministro, defendió a Napolitano por no firmar un decreto “inconstitucional” y atacar al Gobierno por implicarse “en un asunto privado”, pidiendo a la Iglesia que “dé marcha atrás”, “baje el tono” y que suprima “las manifestaciones en la calle”.
Por su parte, Beppino Englaro confiesa que hubiera dado todo el dinero del mundo para evitar que “Eluana pasara así estos 17 años. Yo no pedí que la mantuvieran viva, sino que la dejaran morir el primer día que me dijeron que estaba así. Decidieron ellos, no nosotros. Fuimos obligados a mantenerla viva, sin capacidad de entender ni de querer, por unos médicos que no sabían nada de nosotros. Fue un acto de violencia espantoso… La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte… No necesitamos entender letanías. Ni culturales, ni religiosas, ni políticas”.
1 comentario:
Dios tampoco siente dolor ni se mueve. La iglesia le retiene capado y sobrealimentado como a los gochos a base de catecumenismo, osea la especializacion de la nada, o la indescriptible inefabilidad en capas superpuestas. Y engorda. Vaya que si engorda.
chiflos
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