Que el rey Juan Carlos done su opaca fortuna a la sanidad pública.
Entre la avalancha de
Whatsapps de todo tipo recibidos durante estos días de confinamiento, hay otro coronavirus que tiene una trascendencia inusitada y que toca de lleno al rey
emérito (¿O es el rey desnudo?). Ponemos a los lectores en contexto: Se dice
que el rey emérito, Juan Carlos I, tiene una fortuna opaca en el extranjero,
disimulada entre empresas offshore y el rey, su hijo Felipe, en un claro
intento de matar al padre para poder él sobrevivir, ha renunciado a la herencia
que pudiera tocarle por parte del emérito –aunque eso no se pueda hacer en vida
del testador– por aquello de lo ético y lo moral.
¿Donará Juan Carlos sus
millones ahora que su hijo no los quiere? Lo ignoramos, aunque sí sabemos que
el dinero le vendría muy bien a una sanidad pública, que estos días está siendo
sometida a una dura prueba. El mensaje es muy claro y conciso, por lo que el
emérito, a pesar de que muchas veces se ha hecho el sueco, no debería tener
problemas para entenderlo a la primera: “Los ciudadanos, a través de las redes
sociales, piden a la Casa Real que obligue a Juan Carlos de Borbón a donar a la
sanidad pública los millones de euros recibidos de Arabia Saudí. Este dinero
contribuiría a paliar la falta de material clínico y equipos sanitarios y
ayudaría a frenar el coronavirus cuanto antes. Reenvíalo”. Más claro, agua.
Con el coronavirus, la
gente está más concienciada que nunca. Y
la petición al rey emérito ha comenzado a hacerse viral. Recordamos que la viralización
o efecto viral se usa con el significado de “propagación” que un virus tendría,
un contenido que se expande como si de algo contagioso se tratara. Tal y como
lo haría un virus informático, pasando de usuario a usuario, de forma que en
poco tiempo mucha gente vería este contenido gracias a un efecto dominó.
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