jueves, 16 de noviembre de 2023

Vender lo prohibido.

 

Con este título anuncia Marta Nebot en Público el “Museo del Arte Prohibido”, en cuyas galerías podría haber algunas respuestas. “Está en Barcelona, en un edificio singular, bien de interés cultural desde 1980: la casa Garriga Nogués, obra del arquitecto Enric Sagnier i Villavecchia, en 1904. Expone 42 obras de las 200 que atesora Tatxo Benet, su propietario y próspero periodista venido a mega empresario, con un patrimonio estimado de 240 millones de euros”

Benet empezó esta colección en el 2018, cuando retiraron de Arco la obra “Presos políticos en la España contemporánea” de Santiago Sierra, unas horas después de que él la hubiera adquirido. De repente era dueño de una obra prohibida y empezó a preguntarse por la suerte y el paradero de otras con historias parecidas. Encontró la National Coalition Against Censorship (NCAC), una ONG estadounidense que trabaja contra la censura de todos los tipos, y el libro, su biblia oficiosa, Censor Art Today (El Arte Censurado, hoy) del periodista y escritor británico Gareth Harris, pero ninguna colección ni museo es como el suyo.

“Censura tanto la derecha como la izquierda”, afirma Benet. “Se trata de reunir y exponer las obras retiradas por sus censores que no quieren que sean vistas. Su valor artístico y su cotización son muy dispares. Hay Goyas y hay dibujos realizados por presos de Guantánamo. Lo importante es la historia de persecución de la obra. Eso es lo que la hace susceptible de pertenecer a este nuevo selecto club, según su dueño. Repasando estas obras queda claro que el poder sigue siendo del Censor Número Uno. Censura el que puede y siguen pudiendo más los reyes, los dictadores, los gobiernos, las religiones y ahora también empiezan las corrientes sociales movilizadas con ansias canceladoras. La censura es, sin duda, síntoma de fuerza, pero también de inseguridad y de intolerancia.

“Juan Carlos I sodomizado por la activista y líder bolivariana Domitila Barrios de Chúngara, Franco –siempre a mano– en una nevera de Coca–cola, crucifijos de mil maneras: en pis, con el payaso de Macdonald´s haciendo de  Cristo, con avión militar como cruz, etcétera; versión de retrato de virgen de Murillo sexualizada con la tela rajada por ataque con objeto punzante; veinte alfombras de rezo extendidas, con una pareja de tacones de aguja sobre cada una; imagen de Emiliano Zapata con piernas de mujer y tacones altos, montando a caballo, desnudo; retrato de la vuelta al ruedo del torero Juan José Padilla, después de perder un ojo; las fotos sado de Robert Mapplethorpe, los Caprichos de Goya, un desnudo de Klimt, un Banksy de un policía…

La entrada general al museo cuesta 14 euros en la taquilla y solo se hace un pequeño descuento de dos euros a estudiantes y jubilados. Los niños no pagan, pero no pueden entrar solos y la promoción comercial tampoco es barata.

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