5 de enero. Los deslices y abusos sexuales de la Iglesia.
Jaime Santandreu (Foto de Juanjo Vega)
Inmediatamente, el colectivo homosexual le ha exigido una rectificación pública y Arturo Canalda, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, califica sus palabras de “barbaridad” y recomienda “tener muchísimo cuidado con ellas”. “Este obispo –advierte– ha tenido un grave desliz, en cuanto a la forma y en cuanto al ejemplo que ha puesto”. Las ONG le acusan de hacer apología de la pederastia. Guillermo Canoras, presidente de “Protégelos”, califica sus palabras de “aberración”. Eugenia Sangil, presidenta de Algarabía, le tilda de haber pegado un patinazo y le exige una rectificación “publica general”.
Pero, ya se sabe, cuando se trata de una rectificación episcopal, todo se queda en agua de borrajas. A lo sumo, el subalterno del Obispo dirá que las palabras del prelado han sido mal interpretadas. Y la Conferencia Episcopal, que no quiere comprometer su voz en estas cuestiones, prefiere dedicarse a sacarle los colores al Gobierno y despotricar contra sus leyes hasta quedarse afónica.
No es la primera vez que esto ocurre en el seno de la Iglesia. En Mallorca, Jaume Santandreu, un cura-escritor que tiene una treintena de obras publicadas en catalán, explica lo que le ocurrió cuando era niño y lo narra en “Encís de minyonia”, un relato de su niñez mancillada, libro ahora traducido en castellano con el título “Nacido hombre” y editado por Flor de Segle. Cura contestatario desde que se ordenara, en 1960, Jaume Santandreu no comulga con esta Iglesia católica, a la que tilda de hipócrita.
También Santandreu se reconoce como victima de abusos sexuales en la Iglesia. A los 9 años, fue violado por su maestro en el colegio de La Salle, de Manacor. “Yo había escuchado contar a algunos compañeros que fray Anselmo les citaba en un cuarto donde se guardaban los balones, y allí les tocaba Y un día me tocó a mí. Desde entonces, me convertí en su amante”. Según asegura, el fraile pederasta le violó una y otra vez durante dos años. Luego, Santandreu ingresó en el seminario y, al oír hablar al director de unos ejercicios espirituales del peligro de pecado de las ‘amistades particulares’, se confesó inmediatamente. “El rector del seminario, Miguel Moncadas, que luego llegó a obispo de Menorca, me ordenó que le contase todo. Y, lleno de ira, me echaba la culpa. Decía que era yo quien había incitado: ‘No estarás perdonado –me decía– hasta que apagues el fuego que tú atizaste y que sigue quemando a almas inocentes.’ Me mandó al Obispado para que lo contara y allí me obligaron a hacer una declaración jurada sobre la Biblia ante el vicario general de Mallorca, Francisco Planas, que también llegaría a prelado en la diócesis de Ibiza. Tuve que dar los nombres de los compañeros que habían estado también con fray Anselmo. El vicario me obligó a jurar, bajo pena de excomunión, que jamás revelaría lo que acababa de confesar”.
Santandreu pensó llevar al fraile a los tribunales, pero su abogado le dijo que los hechos habían prescrito y que no se podía hacer nada. Fray Anselmo terminó abandonando la Iglesia, regentó un bar en Andorra, se casó y tuvo hijos.
Todo el mundo celebra con regalos y rememora el día de los Reyes Magos. Pero, desgraciadamente, los recuerdos infantiles no siempre son agradables. A veces, se producen abusos sexuales que marcan a uno para siempre. Aunque hay obispos, como el de Tenerife, que se atreve a hacer declaraciones sorprendentes. Monseñor Bernardo Álvarez, en un diario canario, de alguna manera justifica la pederastia “porque hay niños que provocan. Puede haber menores –dice este prelado– que consientan los abusos, y, si te descuidas, te provocan". El prelado desempolva sin matices todos los prejuicios de la Iglesia católica contra los homosexuales. Y declara que es “algo que perjudica a las personas y a la sociedad”.
Inmediatamente, el colectivo homosexual le ha exigido una rectificación pública y Arturo Canalda, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, califica sus palabras de “barbaridad” y recomienda “tener muchísimo cuidado con ellas”. “Este obispo –advierte– ha tenido un grave desliz, en cuanto a la forma y en cuanto al ejemplo que ha puesto”. Las ONG le acusan de hacer apología de la pederastia. Guillermo Canoras, presidente de “Protégelos”, califica sus palabras de “aberración”. Eugenia Sangil, presidenta de Algarabía, le tilda de haber pegado un patinazo y le exige una rectificación “publica general”.
Pero, ya se sabe, cuando se trata de una rectificación episcopal, todo se queda en agua de borrajas. A lo sumo, el subalterno del Obispo dirá que las palabras del prelado han sido mal interpretadas. Y la Conferencia Episcopal, que no quiere comprometer su voz en estas cuestiones, prefiere dedicarse a sacarle los colores al Gobierno y despotricar contra sus leyes hasta quedarse afónica.
No es la primera vez que esto ocurre en el seno de la Iglesia. En Mallorca, Jaume Santandreu, un cura-escritor que tiene una treintena de obras publicadas en catalán, explica lo que le ocurrió cuando era niño y lo narra en “Encís de minyonia”, un relato de su niñez mancillada, libro ahora traducido en castellano con el título “Nacido hombre” y editado por Flor de Segle. Cura contestatario desde que se ordenara, en 1960, Jaume Santandreu no comulga con esta Iglesia católica, a la que tilda de hipócrita.
También Santandreu se reconoce como victima de abusos sexuales en la Iglesia. A los 9 años, fue violado por su maestro en el colegio de La Salle, de Manacor. “Yo había escuchado contar a algunos compañeros que fray Anselmo les citaba en un cuarto donde se guardaban los balones, y allí les tocaba Y un día me tocó a mí. Desde entonces, me convertí en su amante”. Según asegura, el fraile pederasta le violó una y otra vez durante dos años. Luego, Santandreu ingresó en el seminario y, al oír hablar al director de unos ejercicios espirituales del peligro de pecado de las ‘amistades particulares’, se confesó inmediatamente. “El rector del seminario, Miguel Moncadas, que luego llegó a obispo de Menorca, me ordenó que le contase todo. Y, lleno de ira, me echaba la culpa. Decía que era yo quien había incitado: ‘No estarás perdonado –me decía– hasta que apagues el fuego que tú atizaste y que sigue quemando a almas inocentes.’ Me mandó al Obispado para que lo contara y allí me obligaron a hacer una declaración jurada sobre la Biblia ante el vicario general de Mallorca, Francisco Planas, que también llegaría a prelado en la diócesis de Ibiza. Tuve que dar los nombres de los compañeros que habían estado también con fray Anselmo. El vicario me obligó a jurar, bajo pena de excomunión, que jamás revelaría lo que acababa de confesar”.
Santandreu pensó llevar al fraile a los tribunales, pero su abogado le dijo que los hechos habían prescrito y que no se podía hacer nada. Fray Anselmo terminó abandonando la Iglesia, regentó un bar en Andorra, se casó y tuvo hijos.
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