jueves, 1 de noviembre de 2007

2 de noviembre. Al infierno con la Iglesia y sus promesas.



La Iglesia recuerda hoy a cuantos conocieron la miseria, la injusticia y la violencia y fueron pasto de ellas. Se trata del mismo organismo cuyos jerarcas depositaron dinero en “Gescartera” para ganar más y huyeran de ella en cuanto salieran trasquilados. Una entidad que vive habitualmente pegada al poder y no se ha atrevido a condenar la guerra americana contra Irak y Afganistán. Una institución que hoy se acerca a los que viven oprimidos y, sin dejar de convivir cómodamente con los más ricos, con su poder e influyencia de las que tanto le cuesta desprenderse, les lleva de la mano para que miren de frente a la muerte, recordándoles de dónde provienen. Y les promete, para la otra vida, un cielo de purpurina.

Los dieciocho cementerios de la ciudad de Madrid y los doscientos cuarenta que hay en la Comunidad, así como el resto de los diseminados por España y en el mundo entero, se han llenado de gente que quiere recordar, como cada año, a sus difuntos. Pasearse por sus calles silenciosas se ha hecho más difícil que hacerlo por las grandes avenidas de las ciudades diseñadas para moverse y vivir. Mas de un millón de madrileños visitará hoy a sus muertos, depositando sobre sus tumbas millones de crisantemos, claveles y flores de muerto, lo que permitirá a los mercaderes hacer holgadamente su agosto y a los proveedores de seguros mortuorios celebrar sus negocios en alza.

Yo sé que las protestas de cualquier renegado que despotrique contra las normas de esta Iglesia, nunca serán tenidas en cuenta. Sé que es más fácil para ella hacerse el sordo a todo lo que no le conviene oír y aplastar despiadadamente a cuantos no comulgan con sus premisas y sus dogmas. Así y todo, le deseo –por si esta Iglesia, que siempre se ha impuesto por doquier, no se ha dado aún por aludida– que, al menos durante estos dos días, se vayan al infierno con todos sus santos, sus aspavientos y lamentos. Y que nos dejen, a quienes no formamos parte de sus proyectos ni de sus planes, encargarnos de nuestra miseria, nuestra lucha y nuestra vida.

Una vida que, cuando menos se espera y cuanto más segura parece afianzarse, puede romperse en cualquier momento. Pero una vida, al fin y al cabo, que está ahí, sin importar demasiado si alguien –¿Dios, el acaso?– nos la ha concedido o simplemente prestado. Una vida que colea frente a mí y que he abrazado como propia. Por tanto, no voy a creer en sus promesas ni en sus cantos a la inmortalidad, ni en su futuro lleno de esplendor. Todo lo que un día ha caído en mis manos, otro día puede desaparecer de ellas. Sólo lo que ha salido de éstas –en mi caso, la música y la escritura– prevalecerá sobre mi corta vida. Pero, cuando desaparezca definitivamente, el mundo continuará tranquilamente su camino, sin dejar de rodar ni de preocuparse por mi desaparición.

Curiosamente, el cementerio madrileño de animales de compañía, conocido como "El último parque", se vanagloria de tener habitualmente más visitantes asiduos que los humanos que acuden a sus camposantos. Se halla en Arganda del Rey y da cobijo a unas 4.000 mascotas, entre perros, gatos, conejos, aves, cobayas e, incluso, un mono. No obstante, "El último parque" no abre al publico en la festividad de Todos los Santos, con lo que evita hacer la competencia con el resto de cementerios abarrotados de gentes y de flores, en donde, sólo en estos día, los “vivos” se acuerdan de los muertos y el encuentro entre ambos mundos se hace tumultuoso y difícilmente transitable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Al infierno de la otredad con estos tipos. No me toquen, no se me acerquen, ni siquiera me rozen, no me canten canciones de dylan, y no me hablen ni se acerquen a mi mujer y mis hijos, y no me bendigan ni de lejos, ni aunque nos separe el metacrilato antibalas. Ratas, salid de las constituciónes, de los ejercitos, de la sanidad, de la enseñanza, y del ente televisivo, salid de los bancos y de los gobiernos. Abandonar de una vez por todas el pernicioso hábito de inocular el virus de la fe en los niños aprovechandose de su credulidad y el temor que inspirais.(luego de adultos desechan el temor inicial y se reconfortan en la fe contentos y felices, y que dificil es la desprogramación de estos individuos (FE = problema de salud mental) Y este es mi deseo para todas las ratas negras, blancas y purpurinas que estais en todas partes: Todos los bienes inmobiliarios de la iglesia deberán quedar libres y expeditos para su demolición y posterior creación de viviendas de protección oficial, porque para rezar podéis utilizar el retrete o el videt. (artilugio este último que practicamente no utiliza casi nadie para el fin con que fue diseñado) pues bien los actos de contricción podrian realizarse perfectamente sobre este elemento. El estreñimiento y la oración o acto de contricción, son experiencias contigüas, existiendo gran similitud entre ambas, si bien la primera de ellas supone el atasco organico, y en la segunda -es decir del acto de contricción- el atasco ideologico de la fe. En ambos casos se pretende la liberación. Tras el esfuerzo, y una vez obtenida esta, el resultado es el mismo: mierda. Conformaros con el cuarto de baño, canallas.

Anónimo dijo...

ah, y otra cosa: sabemos que ciertamente fuisteis vosotros los que incendiasteis roma.