26 de noviembre. Bush indulta unos pavos.
May y Flower se salvaron pero miles de pavos acabaron en el horno para ser comidos por los americanos. (Foto de Jason Reed. Reuters)
Celebraciones como ésta no frenan para nada las guerras que los yanquis desarrollan y mantienen en el otros confines. Primero, coincidiendo con el inicio de este nuevo siglo, arremetieron contra un supuesto enemigo e iniciaron un ataque de castigo contra Afganistán, diezmando este país. Dos años más tarde, arremetieron contra Irak, con la excusa de liberarse de Bin Laden. Luego, una vez comenzada la guerra, se olvidaron de él. Llegaron a admitir que encontrarlo sería casi un milagro y siguieron lanzando bombas por si quedaba algún talibán. Las bajas civiles y militares son cada vez mayores. Los soldados fallecidos durante este último año se elevan a casi novecientos. Rumsfeld, el secretario de Defensa conocido por secretario de Guerra sucia o de la Muerte implacable, culpa directamente al régimen de los talibanes. “Fueron ellos –se queja– los que empezaron esta guerra, al acoger a terroristas y convertirse ellos mismos en terroristas; ellos, los que se ocultan en mezquitas y camuflan su equipamiento militar dentro de las ciudades; ellos, quienes utilizan a la población civil como escudo humano”.
Ninguno de los responsables máximos de estos desaguisados reconoce su error. José Manuel Durao, el primer ministro portugués que, en marzo del 2003, hizo de anfitrión de Bush, de Blair y de Aznar en la cumbre de las Azores, era, en aquellos momentos, primer ministro de Portugal y, un año después, fue, casualmente, elegido presidente de la Comisión Europea. Hoy Durao acaba de reconocer que, en ese encuentro, se facilitaron informaciones “que no correspondían con la verdad”. Y hasta Aznar declaraba, en febrero del 2007, que “todo el mundo pensaba que allí había armas de destruccción masiva, y no había. Eso lo sabe todo el mundo y yo también lo sé... ahora”.
Mientras tanto, en los EEUU, el público, al margen de esas guerras, se dedica a hacer compras masivas. Las ventas del pasado viernes, en Wal-Mart, la cadena que más mercancía vende en todo Estados Unidos, superaron en un 6 por ciento las del año pasado, un crecimiento menor al del año 2002, pero mayor al esperado. La mayoría de vendedores registró un incremento entre el 5 y el 7 por ciento. Los analistas lo ven como un signo crucial para que la economía estadounidense vuelva a crecer. Aunque las cárceles siguen repletas de condenados a muerte que esperan el momento final. Y llegadas la fiesta de Acción de Gracias, Bush se olvida de ellos, pero suelta unos indultos y libera... a estos dos pavos.
George W. Bush, el presidente americano que jamás se aplacó frente a los condenados a muerte, indultó hace tres días a dos hermosos pavos de 21 semanas y unos 22 kilos de peso.“Tengo un mensaje para dos amigos con plumas –prorrumpió–. Vosostros, May y Flower, no podéis aguantar el calor, de manera que os quedaréis fuera de la cocina” El perdón presidencial tuvo lugar durante un acto celebrado en los jardines de la Casa Blanca. Ocurría el cuarto jueves de noviembre, en la celebración del Thanksgiving, el mismo día en que miles de estadounidenses sufren retrasos, vuelos cancelados, embotellamientos y más de 38 millones de desplazamientos, con tal de poder estar en familia y celebrar juntos esta fiesta. Los pavos, que tuvieron más suerte que la mayoría de condenados a muerte, incluidos los deficientes mentales que no se salvan de la silla elétrica, volaron en primera clase para asistir en el Disney World de Orlando, Florida, en donde encabezarían el desfile del Día de Acción de Gracias y commenorarían una de las mayores festividades de los Estados Unidos.
En este país de locos, cada fiesta como ésta, los estadounidenses consumen un promedio de 8 kilos de pavo por cabeza (40 millones de pavos), con su respectiva salsa de arándano, papas horneadas y pastel de calabaza, la comida tradicional de esta fecha. Es el símbolo de los alimentos que los colonos ingleses tuvieron en la mesa en Plymouth, Massachuessets, cuando, en 1621, miembros de la tribu Wampanoag les regalaron un pavo. George Washington, lo estableció como un día feriado nacional. Y, desde hace sólo sesenta años la Casa Blanca, que cuando aplica la condena a muerte no le tiembla la mano, concede el "perdón" de los pavos en fecha tan señalada, más importante que la Navidad europea.
En este país de locos, cada fiesta como ésta, los estadounidenses consumen un promedio de 8 kilos de pavo por cabeza (40 millones de pavos), con su respectiva salsa de arándano, papas horneadas y pastel de calabaza, la comida tradicional de esta fecha. Es el símbolo de los alimentos que los colonos ingleses tuvieron en la mesa en Plymouth, Massachuessets, cuando, en 1621, miembros de la tribu Wampanoag les regalaron un pavo. George Washington, lo estableció como un día feriado nacional. Y, desde hace sólo sesenta años la Casa Blanca, que cuando aplica la condena a muerte no le tiembla la mano, concede el "perdón" de los pavos en fecha tan señalada, más importante que la Navidad europea.
Celebraciones como ésta no frenan para nada las guerras que los yanquis desarrollan y mantienen en el otros confines. Primero, coincidiendo con el inicio de este nuevo siglo, arremetieron contra un supuesto enemigo e iniciaron un ataque de castigo contra Afganistán, diezmando este país. Dos años más tarde, arremetieron contra Irak, con la excusa de liberarse de Bin Laden. Luego, una vez comenzada la guerra, se olvidaron de él. Llegaron a admitir que encontrarlo sería casi un milagro y siguieron lanzando bombas por si quedaba algún talibán. Las bajas civiles y militares son cada vez mayores. Los soldados fallecidos durante este último año se elevan a casi novecientos. Rumsfeld, el secretario de Defensa conocido por secretario de Guerra sucia o de la Muerte implacable, culpa directamente al régimen de los talibanes. “Fueron ellos –se queja– los que empezaron esta guerra, al acoger a terroristas y convertirse ellos mismos en terroristas; ellos, los que se ocultan en mezquitas y camuflan su equipamiento militar dentro de las ciudades; ellos, quienes utilizan a la población civil como escudo humano”.
Ninguno de los responsables máximos de estos desaguisados reconoce su error. José Manuel Durao, el primer ministro portugués que, en marzo del 2003, hizo de anfitrión de Bush, de Blair y de Aznar en la cumbre de las Azores, era, en aquellos momentos, primer ministro de Portugal y, un año después, fue, casualmente, elegido presidente de la Comisión Europea. Hoy Durao acaba de reconocer que, en ese encuentro, se facilitaron informaciones “que no correspondían con la verdad”. Y hasta Aznar declaraba, en febrero del 2007, que “todo el mundo pensaba que allí había armas de destruccción masiva, y no había. Eso lo sabe todo el mundo y yo también lo sé... ahora”.
Mientras tanto, en los EEUU, el público, al margen de esas guerras, se dedica a hacer compras masivas. Las ventas del pasado viernes, en Wal-Mart, la cadena que más mercancía vende en todo Estados Unidos, superaron en un 6 por ciento las del año pasado, un crecimiento menor al del año 2002, pero mayor al esperado. La mayoría de vendedores registró un incremento entre el 5 y el 7 por ciento. Los analistas lo ven como un signo crucial para que la economía estadounidense vuelva a crecer. Aunque las cárceles siguen repletas de condenados a muerte que esperan el momento final. Y llegadas la fiesta de Acción de Gracias, Bush se olvida de ellos, pero suelta unos indultos y libera... a estos dos pavos.
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